Aspirar a una vida pública, a una vida de ciudadanos, llevar al acto una ética cívica, implica obligaciones y deberes, esto es, responder ante los demás y ante nosotros mismos. Todo derecho conlleva implícitamente un deber, una responsabilidad. El espectro de los derechos fundamentales se amplía cada día. Para que estas potestades sean respetadas, también hay que asumir y compartir obligaciones, no sólo entre los mismos ciudadanos sino también con el Estado.
Ser ciudadano no es gozar únicamente de las facultades legales, formales, de los derechos básicos o de pertenencia a un territorio. Ser ciudadano es algo más. Es colaborar con los intereses que ayudan a dignificar la vida o, por lo menos, no obstaculizar, no impedir que los otros puedan llevar acabo esas ideas. Ser ciudadano, es luchar para que haya sociedades más justas, más equitativas. Es no dejar de pensar, es no ahorrarse ideas que puedan ayudar a desarrollar modos de vida capaces de motivar a los demás. Es no permanecer impasibles y sin respuestas ante los cambios que genera la sociedad; es promover y crear individuos que desarrollen hábitos y actitudes que favorezcan la equidad. Esto es una misión elemental de cualquier ciudadano y de cualquier política.
El hombre sólo puede disfrutar del progreso cuando vive en comunidad. Necesita de la sociedad para confirmar su existencia. De esta manera, el hombre ético, dotado de la razón y de la palabra, con el buen uso de su voluntad y su libertad, tiene que comunicarse y hacer un pacto con los otros, expresar sus necesidades, construir y proyectar una forma de vida, una moral. De ahí que la vida en común exige aceptar condiciones necesarias para que se puedan ejercer la libertad y la autonomía con dignidad.
Dicho de otra manera: el ser de lenguaje debe participar en la cultura, en el progreso para poder sobrevivir, de lo contrario, está condenado a desaparecer. Este pacto no es posible sin un acuerdo sobre mínimas reglas de convivencia, de supervivencia, en torno a la vida humana. De esta forma, es posible explicar la existencia de la ética y sus manifestaciones cívicas, como una exigencia de la naturaleza social de los humanos.
Dentro de este marco también se puede ubicar la responsabilidad de los profesionales de la salud frente a la vida. El desarrollo de nuestra sociedad ha traído, además de un enorme progreso grandes impactos negativos en los aspectos económico, político y cultural, los cuales tienen relación con el sector salud y redundan en una desvalorización de la vida. La salud es un factor esencial en este proceso. Su avance o retroceso es una muestra del grado de evolución de la sociedad. Un obstáculo importante para la adecuada atención de los problemas de salud, es el subdesarrollo que prevalece como resonancia del modelo neoliberal en el cual estamos inscritos. La salud, la enfermedad, los saberes y las prácticas en torno a ellas y las profesiones de la salud no son hechos naturales sino fenómenos históricos y culturales; por lo tanto, la Medicina en forma muy importante también está involucrada dentro de este contexto.
El modelo actual en salud inspirado en la enfermedad, ha traído como consecuencias repercusiones en el orden ético y moral de la misión médica, graves implicaciones en el campo de la responsabilidad jurídica, deterioro de la confianza y la credibilidad en su ejercicio y con ello ha demeritado el acto médico. Ahora la tarea social de los ciudadanos y profesionales de la salud debe ser construir un nuevo paradigma en salud intersubjetivo, holístico, basado en la incertidumbre, la multicausalidad, centrado en el sujeto y su entorno de modo integral y en el proceso salud enfermedad. Todo esto con el ánimo de promover la salud, prevenir enfermedades y defender la vida humana. Luchar por la vida y la calidad de vida como condición esencial de la dignidad humana, no es reconocerla sólo dentro del contexto biológico, técnico, científico sino dentro del ámbito de una ética de la vida y de los derechos humanos.
Hoy más que nunca se hace necesario repensar sobre valores como el derecho a la equidad, la libertad, la paz, la tolerancia, el pluralismo, la solidaridad, la vida digna, la calidad de vida y el bienestar, a mejores condiciones de atención en salud. Esto no es un discurso en abstracto. Ahora es imperativo poner la vida y la salud como centro de una gran tarea social. Se trata de mantenerla presente en cualquier tipo de actividad humana y a través de una democracia participativa en donde todos puedan hacerse escuchar. Esto le corresponde no sólo a los ciudadanos, sino a los Estados, a los entes privados, públicos, a los estamentos políticos, legislativos, al ordenamiento jurídico, a todos los saberes y prácticas humanas.
A manera de conclusión:
Citación: Gómez R. About medical ethics. Medwave 2002 Nov;2(10):e2556 doi: 10.5867/medwave.2002.10.2556
Fecha de publicación: 1/11/2002
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