La publicación de estas Actas Científicas ha sido posible gracias a una colaboración editorial entre Medwave y la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile.
Figura 1. A: “Narrenschiff”, Hyeronimus Bosch; B: “Melancolía”, Edward Munch (1892)
También está la “Melancolía”, de la serie “Siete Pecados Capitales” de Kalinin (1983) y la obra del mismo nombre del conocido Albrecht Dürer (Fig. 2).
Figura 2. A: “Melancolía”, Kalinin (1983); B: “Melancolía” Albrecht Dürer
La historia guarda el registro del tratamiento que aplicaban a los locos los aztecas, que trepanaban el cráneo de los pacientes para que los malos espíritus que lo habitaban pudieran salir; o el que se utilizaba en la edad media, en que los colgaban de las extremidades hasta el agotamiento, especialmente cuando se sospechaba brujería (Fig. 3).
Figura 3. A: Trépano azteca; B: “Tratamiento” de la brujería en la edad media
También se utilizaron múltiples terapias de confusión sensorial (Fig. 4); y en algún tiempo se utilizó el parche o la inyección de trementina, que formaba un absceso que inmovilizaba al paciente; era el equivalente a los modernos antipsicóticos. Otras formas de tratamiento fueron la terapia de sumergimiento y la hidroterapia, que aún se usa en Alemania (Fig. 5).
Figura 4. Terapias de confusión sensorial
Figura 5. A: Terapia de sumergimiento; B: Hidroterapia
Un enfoque muy interesante es el que planteó Jeremy Bentham, quien concibió la idea del Panopticum, una especie de cárcel para enfermos mentales que, como su nombre lo indica, permitiría observar todo lo que ocurría dentro de ella con una sola mirada, la mirada total. El propósito de Bentham era maximizar el control y minimizar el costo de la tarea de manejar, no sólo a los pacientes psiquiátricos, sino a todos los diferentes, los desajustados. En la Fig. 6 se muestra una cárcel que se construyó en Jacksonville siguiendo este modelo: en ella, un solo hombre habría podido controlar a una población de miles de reos. Aunque muchos intentaron, infructuosamente, que se implementara en Francia y en Estados Unidos, nunca lo consiguieron. Foucault, en “Surveiller et punir” , 1975, comenta: “Basta una mirada. Una mirada de inspector, una mirada vigilante…todo individuo terminará convirtiéndose en su propio supervisor; cada individuo ejercerá esta violencia sobre sí mismo” .
Figura 6. Cárcel en Jacksonville construida según el modelo del Panopticum, de Jeremy Bentham
La mirada, o la percepción de los seres humanos del funcionamiento de su propia mente y de la mente de aquellos afectados por la insania, condujo a la elaboración, a través de la historia, de una serie de esquemas ordenatorios, algunos de los cuales tuvieron mucho valor en su época. El aporte de Pinel fue muy valioso: él propuso que del análisis de las formas faciales podía derivar una posible taxonomía de los problemas mentales, al igual que lo que planteó Gall con la frenología (Fig. 7).
Figura 7. Esquema ordenatorio de Pinel: una posible taxonomía de los
En la Fig. 8 se muestra el rostro de un hombre que tiene una similitud física y, supuestamente, caracterológica, con un oso. Posteriormente, Kretschmer plasmó una idea similar al clasificar a los individuos en atléticos, pícnicos y leptosómicos y asignarles determinadas formaciones caracterológicas.
Figura 8. Similitud de rasgos faciales y caracterológicos entre un hombre y un oso, según Pinel
Plater, en 1625, describió cuatro categorías de alteraciones mentales: imbecilitas, consternatio, alienatio y defatigatio, cuyos equivalentes modernos podrían ser el retardo mental, la angustia o ansiedad, la psicosis y la antigua neurastenia, hoy neurosis, respectivamente.
Los herpetólogos, que estudian los reptiles, alcanzan altos grados de certidumbre taxonómica; los psiquiatras quisieran que sus clasificaciones fuesen tan ordenadas como las de ellos, pero la realidad es muy distinta: el análisis de los criterios DSM IV para el diagnóstico del episodio depresivo mayor conduce a pensar que, en un futuro próximo, la mirada va a ser distinta; contendrá elementos que se utilizan hoy en día para diagnosticar la depresión, pero incluirá a otros, y lo mismo va a pasar con los trastornos de personalidad.
En cuanto a naturalismo versus evaluacionismo, en la Fig. 9 se muestran los puntos de vista y dónde se ubica cada uno de los teóricos. Lo interesante es que algunos se ubican en ambos lados para distintos problemas y todo parte de una cierta cadena, que es la cadena de la función; por ejemplo, los ojos para ver, las piernas para caminar, el páncreas para regular los niveles, y cómo esta función se puede echar a perder y dar origen a una disfunción, que no necesariamente es un trastorno. Hoy en día la medicina está empezando a tratar cada vez más la disfunción; por ejemplo, ya no se habla de hipertensión con 140/90, sino con 130/80, porque hay pruebas de que con esos niveles ya hay daño microcelular. De la misma manera, ya no se habla de glaucoma con 20 de presión intraocular, sino que con 10 ya se inicia tratamiento con fármacos. En este esquema, disease es la enfermedad propiamente tal e illness es más bien la vivencia de la enfermedad (Fulford KWM, “Philosophy, Psychiatry and Psychology”. John Hopkins University Press 2000). El concepto de enfermedad cumple con las condiciones de tener un fundamento orgánico demostrable, el que permite predecir un curso e indicar un tratamiento y un pronóstico; en cambio, el concepto de trastorno recoge lo ambiguo que puede llegar a ser el campo de la psiquiatría.
Figura 9. Naturalismo versus Evaluacionismo
Un ejemplo es Thomas Szasz, que planteó que la esquizofrenia no existía, sino que era una creación de la sociedad para castigar las conductas inapropiadas; desde el punto de vista del trastorno y la enfermedad, plantea que es un tema valórico, sin embargo acepta a la enfermedad orgánica como tal. Situándose en el polo opuesto. En otras palabras, Szasz es valorativo respecto de la esquizofrenia (“es un artefacto creado por la sociedad”), pero naturalista en lo médico; para él no existen las enfermedades mentales y su definición estaría basada en criterios de conducta y vivencias indeseables en la sociedad judeocristiana occidental (Fulford KWM, “Philosophy, Psychiatry and Psychology”, John Hopkins University Press 2000)
Desde el naturalismo/evaluacionismo emerge el modelo de “disfunción dañina” propuesto por Wakefield, que establece que un trastorno mental requiere la presencia de ambos: la disfunción (por ejemplo, que la estructura del aparato psíquico está menoscabada) y el daño que ella produce en el sujeto o los otros, es decir, la disfunción acarrearía un funcionamiento maladaptativo lesivo. Lo interesante es que la disfunción no es requisito suficiente por sí misma y está condicionada por los mecanismos compensatorios disponibles (estructura). En el punto de la disfunción Wakefield está situado claramente en el naturalismo, porque señala que algo está perturbado en el funcionamiento mental, en la estructura psicológica del individuo; hasta ahí eso parece una constatación, pero él dice que es una constatación dañina para el sujeto y en ese punto se inscribe dentro de lo valórico, porque el decir que algo es dañino implica un juicio de valor.
Objetivismo versus evaluacionismo, o el énfasis en los valores. En el naturalismo, que muchos han llamado las causas sin teleología, el énfasis está puesto en la función natural; como se señalaba hace un momento, “las piernas son para caminar”, eso no tiene un juicio de valor y está basado en la cadena descrita previamente: función, disfunción, disease, illness, trastorno. En el evaluacionismo, que otros llaman la teleología con valores o teleología compasiva, se plantea desde el comienzo, como declaración de principios, que la salud y la enfermedad son conceptos valóricos, dependientes de la cultura. Algunos son más radicales, como pasa con todos los modos de pensamiento y plantean incluso que el concepto de salud tiene un rol regulatorio o guardián de los valores (URSS, Ewan Cameron, Szasz, Habermas, etc.), algo con lo que seguramente muchos discrepamos, pero que otros adhieren con bastante firmeza. Hay teóricos de la medicina que plantean, incluso, que hay enfermedades sólo porque existen médicos, con bastante fundamento teórico. Es un tema muy actual.
Un ejemplo es, como ya se mencionó, el de Szasz, que enfatiza los valores y la función natural al mismo tiempo para distintos cuadros; también lo es el modelo de “disfunción dañina” de Wakefield, en el cual primero está la disfunción, que puede ser un trastorno en la organización de las relaciones objetales, en la distinción entre interno y externo, en la capacidad de regular los efectos y los impulsos, disfunción que suele producir un daño para los otros y/o para el sujeto, como lo planteó en algún momento Kurt Schneider y en ese momento entra el juicio de valor, al decir que esta disfunción efectivamente daña al sujeto. Hay que recordar que el trastorno mental también es un problema ecológico; por ejemplo, si un paciente dependiente encuentra un nicho ecológico adecuado, o sea, un individuo controlador, se va a mantener compensado y no será un caso clínico visible hasta que el equilibrio se rompa, sea por divorcio o muerte. Lo interesante acá es que la disfunción no basta por sí misma para diagnosticar el trastorno, como en el ejemplo que se mencionó de la hipertensión.
Esencialismo versus nominalismo son muy parecidos. El esencialismo plantea que los trastornos existen con independencia de los sujetos y del ambiente y que más bien de lo que se trata es de buscarlos; el nominalismo propone la lucha por el pragmatismo, que a ultranza es puro pragmatismo, sin esperanza de encontrar entidades que sean válidas. Kendell con Jablensky plantean que sería útil reemplazar el término validez clínica por utilidad clínica y que se debe buscar lo que es útil para el paciente, antes que lo que tenga validez. La aplicación práctica consiste en seguir aplicando aquello que sirve, aunque no se sepa bien porqué. Desde el esencialismo los trastornos mentales tienen una existencia independiente de las personas, serían parte de una estructura universal. Es una “botánica de la psicopatología”: la depresión está ahí y sólo hay que encontrarla y describirla. Desde el nominalismo y sus vertientes, el descubrimiento y ordenación de los trastornos es una tarea opuesta a la de Funes: jerarquizar y “descuidar”, en orden a poder crear una respuesta heurística.
Entidades versus agentes: Cuando se enfatiza en las entidades se plantea que los trastornos son simples “cosas” preexistentes que se adquieren y el sujeto es un simple vehículo, así como los metales están en la naturaleza, el oro, el cobre, están ahí y sólo hay que sacarlos a la luz. Por ejemplo, el paciente es sólo un vehículo de la depresión, un transportador que no influye en su curso. Al revés, la perspectiva del agente acentúa los propósitos e intenciones de las personas en la génesis y modulación del trastorno.
La publicación de estas Actas Científicas ha sido posible gracias a una colaboración editorial entre Medwave y la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile.
Citación: Alvarado L. Taxonomy and diagnosis (or the daunting task of understanding their development). Medwave 2008 Mar;8(2):e2379 doi: 10.5867/medwave.2008.02.2379
Fecha de publicación: 1/3/2008
Nos complace que usted tenga interés en comentar uno de nuestros artículos. Su comentario será publicado inmediatamente. No obstante, Medwave se reserva el derecho a eliminarlo posteriormente si la dirección editorial considera que su comentario es: ofensivo en algún sentido, irrelevante, trivial, contiene errores de lenguaje, contiene arengas políticas, obedece a fines comerciales, contiene datos de alguna persona en particular, o sugiere cambios en el manejo de pacientes que no hayan sido publicados previamente en alguna revista con revisión por pares.
Aún no hay comentarios en este artículo.
Para comentar debe iniciar sesión