La publicación de estas Actas Científicas ha sido posible gracias a una colaboración editorial entre Medwave y el Servicio de Pediatría del Hospital Clínico San Borja Arriarán.
Edición científica: Dr. Luis Delpiano.
Mi motivación en este tema partió al observar que el accionar médico muchas veces alivia a los pacientes, pero no los mejora. Por ejemplo, todos los médicos pediatras ven niños con síndrome bronquial obstructivo a repetición, que inicialmente reciben tratamiento con salbutamol, lo que mejora su estado, pero al mes y medio vuelven a la consulta en similares condiciones, por lo que les indican inhaladores con corticoides; luego vuelven a consultar, cada vez más obstruidos, por lo que agregan prednisona oral por cinco días y a veces los hospitalizan. Al año siguiente, a muchos niños les vuelve a ocurrir lo mismo, de modo que no se han mejorado, sólo se han aliviado un poco. Los padres quieren suspender los inhaladores y el médico debe explicarles que es la única forma de lograr que el niño pueda ir al colegio y hacer deporte, pero en la noche ese niño sigue tosiendo.
Esta realidad genera insatisfacción en cuanto a la medicina formal, que es la medicina en que nos formamos y la que estamos ejerciendo. Es cierto que hay casos que mejoran en forma espectacular gracias a la acción médica, especialmente en el campo de acción de los cirujanos, que lo resuelven todo con el bisturí, pero nuestra labor es un poco diferente.
La medicina biológica trata de mejorar a los pacientes mediante distintas técnicas que ayudan al organismo a salir adelante por sí mismo. Hace veinte años, muchos de los elementos con que se cuenta en la actualidad habrían parecido cosa de magia o de milagro, y no sabemos dónde estaremos en diez años más, gracias al avance de la tecnología. Un buen ejemplo es la ecografía; antes, los ginecólogos tenían que adivinar el sexo del niño, mientras que ahora se le puede ver la cara, la sonrisa y hasta se puede decir a cuál de los padres se parece más. De la misma forma, con la resonancia podemos ver todos los órganos por dentro; es maravilloso.
No obstante, paralelamente a este desarrollo tecnológico, en las últimas décadas se ha ido presentando una deshumanización del modelo médico, a pesar de que muchos profesionales siguen intentando realizar un ejercicio personalizado, pero en el fondo la medicina masiva está deshumanizada, lo que ha llevado, en parte, al problema actual de la subespecialización, la que no se puede evitar, porque nadie puede ser experto en todo.
La deshumanización y la subespecialización llevan a una medicina mecanicista, como planteó Descartes hace muchos años, en la que el doctor se transforma en mecánico del cuerpo: el paciente va al traumatólogo por un problema en la rodilla, él le arregla la rodilla y se acabó; si tiene un problema en el ojo, va al oftalmólogo, que le arregla el ojo y se acabó; pero ¿quién se preocupa del paciente completo? Los pediatras todavía lo hacen y ahora se está redescubriendo al médico de familia.
Este proceso es importante, porque está claro que la población no está satisfecha y que los mismos médicos se dan cuenta de que su trabajo se ve interferido por los problemas económicos, la burocratización y la tecnologización. En la pirámide de inversión de recursos y de iniciativas, la mayor parte se hace en la terapéutica; en cambio, los gastos en prevención son nulos. Es cierto que, en el caso de las vacunas, en Chile existe un programa nacional bastante bien organizado, pero cada vez que sale una vacuna nueva, cuesta mucho que las autoridades la incorporen o que las instituciones privadas de salud la bonifiquen. La vacuna Hib partió en vacunatorios privados, hasta que el gobierno se dio cuenta de su importancia y la incorporó al calendario, y en este momento se está viviendo una situación parecida con la vacuna de la hepatitis, que aparentemente pronto formará parte de una campaña nacional, pero en general cuesta mucho obtener recursos para prevención.
Cada día es mayor el número de personas que están entrando en contacto con métodos antiguos o modernos de medicina natural, tanto en lo nutricional como en lo que se refiere a medicamentos; las personas cuestionan la indicación de antibióticos, porque leen en Internet sobre el tema, etc.
La medicina biológica trata de concentrar los recursos en prevención, o sea, tiende a invertir la pirámide, tratando de gastar lo menos posible en terapéutica, con base en cosas que son obvias, como el fomento de una alimentación sana, que e una responsabilidad muy grande para los pediatras, con el objeto de revertir el problema emergente de la obesidad y para prevenir patologías como la hipercolesterolemia, la hipertensión arterial, el infarto, la diabetes, etc. Sin embargo, eso exige recursos, porque hay que llegar a toda la gente; no basta con conversar con las madres de los niños que llegan a la consulta, se necesita una intervención en escala nacional.
Las medicinas complementarias son de tipo holístico. Muchas veces los médicos se centran en la enfermedad y no en el enfermo, y no se dan tiempo para preguntar por el entorno del paciente, el que muchas veces encuentra mejor repuesta en las medicinas complementarias, porque enfrentan cada caso como un paciente único. En este enfoque, no hay dos pacientes iguales; por ejemplo, si dos niños tienen una amigdalitis purulenta, no necesariamente se indicará el mismo tratamiento para los dos, lo que trae problemas al evaluar los resultados, porque no se pueden hacer los protocolos habituales de la medicina tradicional para comparar el tratamiento, por ejemplo, de una infección urinaria con una cefalosporina versus otro medicamento, con todas las normas de un estudio aleatorio.
En la medicina complementaria no se pueden realizar estudios y por eso los médicos son reacios a ella, pero está claro que el público se está acercando cada vez más a esta “alternativa”, aunque este término no es apropiado, porque no necesariamente debe usarse en lugar de, sino que junto con, o sea, independiente del esquema de tratamiento que demos a un paciente determinado, seguiremos siendo médicos. Cada día aparecen más centros de aromaterapia, de reikki, de acupuntura, porque la gente siente que se mejora. Se podría señalar que hay un porcentaje altísimo de enfermedades psicosomáticas, pero si los pacientes mejoran con un tipo de medicina que no tiene efectos colaterales y que es inocua, tal vez habría que pensar que es mejor que utilizar placebos con efectos colaterales.
La implementación de sistemas de medicina complementaria, que ya se está haciendo en algunos países de manera oficial, al menos en algunos elementos, debería tener una serie de consecuencias, como la aceptación de licencias y el reembolso de medicamentos, cosa que en Chile prácticamente no ocurre. Cada vez hay más gente que ejerce ese tipo de medicina y eso se puede medir objetivamente por el consumo de preparados biológicos; las grandes empresas farmacéuticas que están fabricando y vendiendo estos productos tienen claras sus estadísticas emergentes y se están ampliando.
Esto partió muy fuerte en Alemania y luego se extendió a otros países europeos; en América Latina, Colombia es el más fuerte y Estados Unidos no se queda atrás, debido a la presión del público. Es evidente que hay un negocio detrás de la empresa que fabrica estos productos y, si se venden, el negocio va a seguir aumentando.
En Chile funciona desde hace un par de años un policlínico de medicina complementaria; además, con e título: “Salud chilena se abre a la medicina china” , apareció en la prensa que en el área sur de Santiago hay un consultorio donde se hace acupuntura, lo que significa que las autoridades de salud se están abriendo a otras posibilidades de curación..
Otra noticia reciente destaca el “Primer Seminario Nacional sobre Realidad Actual de las Medicinas Complementarias en Chile” , auspiciado por el Colegio Médico de Chile y el Ministerio de Salud, con el fin de analizar la parte ética y moral, ya que por mucho tiempo el personal que entrega estas prestaciones no es personal médico, que no es lo ideal. Para tratar a un paciente sigue siendo fundamental hacer una excelente anamnesis, un examen físico completo y todos los exámenes de laboratorio necesarios, y una vez que se llegue al diagnóstico, tarea que sólo el médico puede realizar, recién se podrá pensar en usar un tipo de tratamiento, convencional o no convencional.
En 1975, el profesor Pischinger, que hacía docencia en histología y embriología en Viena, planteó el concepto del sistema de regulación básica, para explicar el funcionamiento del organismo en general y de los tejidos en particular, dándole mucha importancia al tejido intersticial o zona extracelular. Estudió en detalle la sustancia fundamental de esta zona y demostró que está constituida por una red de azúcares complejos y proteínas polimerizadas, básicamente proteoglicanos y glucosaminoglicanos, con fibras de colágeno, elastina y glicoproteínas, como la fibronectina, que se encuentran formando una verdadera malla, además de ácido hialurónico y una serie de células.
Las células de esta región son, en primer lugar, los fibroblastos, células totipotenciales que responden a diversos estímulos y pueden llegar a esta zona extracelular en minutos; otras células son los histiocitos, macrófagos, linfocitos, plasmocitos y mastocitos, que cumplen un papel fundamental en los fenómenos de respuesta del tejido extracelular. La respuesta inflamatoria es un buen ejemplo.
Hay una conexión entre el espacio vascular, que está dentro de los capilares tisulares, y las células, por medio de una sustancia a la que Pischinger llamó estructura funcional. Todos los nutrientes que llegan a la célula por los capilares pasan a través de esta sustancia y se incorporan a la célula; algo similar ocurre con los productos de desecho, pero en sentido inverso. Toda esta estructura es lo que Pischinger denominó la matriz.
La regulación basal de Pischinger establece que en cualquier tejido existen células, una membrana basal y una conexión con el líquido que rodea el tejido; en esa matriz están, por un lado, los capilares, por donde circula la sangre, que contiene sustancias producidas a distancia, por ejemplo, hormonas secretadas a otro nivel, las que van a pasar, a través de la matriz, desde los capilares a la célula, y van a ejercer un efecto en ella. Por otra parte están los fibroblastos, los macrófagos y las terminaciones nerviosas, que van a permitir una interacción entre sistema nervioso y sistema endocrino.
De ahí se elaboró el concepto actual de la psiconeuroinmunoendocrinología, que abarca muchas enfermedades y que ayuda a entender el hecho de que una persona sometida a estrés termine con una enfermedad en el colon. Los mecanismos de transmisión de los estímulos, que van por distintas vías hasta llegar a la matriz celular, alteran el funcionamiento de algunas células. Este concepto se considera básico para la explicación de muchas enfermedades (véase figura 1).
Figura 1. Esquema de la regulación basal.
Hans Heinrich Reckeweg formuló, en 1950, el concepto de homotoxicología, buscando explicar las enfermedades de otra manera. A partir de este concepto, ideó un enfoque terapéutico que en la práctica funciona. Cuando se le conoce por primera parece que no puede tener aplicación, pero cuando se incorporan los conceptos inmunológicos de los diez últimos años se empieza a entender que sí puede tenerla.
En el concepto de homotoxicología se considera que hay una serie de sustancias que pueden ser dañinas para el organismo humano, que pueden ser externas o internas al organismo, y se habla de toxinas exógenas o endógenas, como cigarrillo, estrés, compuestos químicos, medicamentos, mala calidad del aire por contaminación ambiental, mala alimentación, etc., que pasaron a llamarse homotoxinas, las que, sin embargo, no afectan de la misma forma ni en el mismo grado a todos los seres.
En 1954, un bioquímico alemán planteó la existencia de sistemas de flujo, lo que en términos muy simples significa que hay sustancias, que pueden ser buenas o malas, que están entrando y saliendo del organismo; si las sustancias son buenas, el organismo va a estar feliz, como ocurriría con las verduras y frutas, porque no alteran el equilibrio del flujo.
En el medio interno, la matriz tiene un cierto pH, en condiciones normales, cuya alteración producirá un cambio en su estructura que impedirá el flujo normal de los nutrientes que van hacia la célula o la salida de los desechos; esto ocurre cuando las sustancias tóxicas comienzan a acumularse, y cuando esta acumulación alcanza mayores niveles, ocurren mayores alteraciones.
De acuerdo con este concepto, cuando ingresan sustancias tóxicas se presenta una enfermedad, la que en última instancia es una reacción de defensa del organismo y que en principio es buena para éste, porque es un intento de eliminar el factor agresor. Esta definición de salud no es tan distinta de la que ha establecido la OMS, pero, desde el punto de vista de la homotoxicología, el estado de salud es un equilibrio dinámico de todos los sistemas orgánicos asociados con un bienestar mental, espiritual y social, en un medio ecológico sano y equilibrado. A este último factor se le debe dar mayor importancia.
Se sabe que en Santiago y en muchas otras regiones de Chile han ido aumentando los cuadros alérgicos, las bronquitis obstructivas y el asma, por causas que no están claras; pero lo que sí está claro es que en los meses de invierno en Santiago, cuando se presenta un gran aumento de estas enfermedades, el aire alcanza elevados niveles de contaminación. En cuanto al tema de la obesidad en los niños, también estamos sujetos a un bombardeo de comida rápida y todos llevamos a los niños a esos lugares, lo que no es sano.
En la fase patológica, desde el punto de vista de la homotoxicología, cuando aparece una enfermedad se pueden observar reacciones en distintos aspectos: humoral, mesenquimal (de la matriz) y celular, lo que da distintas pautas acerca de cómo se va gestando la enfermedad. Este concepto es importante, pues el organismo está luchando contra las sustancias nocivas e intentando desactivarlas y eliminarlas; si lo logra, ganará la pelea contra la enfermedad, pero si pierde esta lucha, dicha enfermedad tendrá mayores repercusiones.
Reckeweg, que planteó el concepto de la homotoxicología, dividió la evolución de las enfermedades en seis etapas. Las primeras fases, que son humorales, siempre son procesos convenientes, ya que tratan de mantener el equilibrio y eliminar las sustancias tóxicas. Por ejemplo, en la primavera, el polen y la tierra del aire desencadenan mecanismos de defensa como los estornudos y la producción de secreción nasal mucosa, en un intento de eliminar el alergeno o la sustancia tóxica; si se consigue este fin, la fase inicial inflamatoria humoral bastará para deshacerse del alergeno, pero si se sigue avanzando hacia los niveles celulares, la enfermedad tendrá mayores repercusiones y será más difícil controlarla.
En la fase humoral el espacio ecológico es el vascular, que contiene 10%, aproximadamente, del líquido del cuerpo. En el espacio celular también es muy importante el agua, ya que contiene 50% del total del peso en agua, y todas las sustancias van entrando y saliendo a través de esta comunicación líquida.
Un concepto muy importante que planteó Reckeweg fue el del corte biológico, que es una línea divisoria en la capacidad de defensa contra las homotoxinas que tiene repercusiones desde el punto de vista fisiológico. Si pensamos en la enfermedad, en un momento dado, e imaginamos la línea de corte biológico como una línea vertical, a la izquierda de ésta está el momento en que el organismo podría ser capaz de salir adelante solo. Los pediatras saben muy bien que la mayoría de las enfermedades de los niños se mejoran solas, con su intervención o sin ella, y que todos los cuadros virales son autolimitados. Esta línea separa las enfermedades agudas y subagudas, en las que el cuerpo se recupera solo, aunque podemos ayudarle en este proceso, de las enfermedades crónicas y degenerativas, que están a la derecha.
La línea del corte biológico se ubica en la matriz, en el tránsito entre el espacio humoral y el celular. Desde el punto de vista morfológico, cuando una cantidad creciente de homotoxinas está incorporándose al organismo, está entre dos fases, que son la de deposición o depósito de la toxina o, cuando hay más cantidad de toxina, la de impregnación. Esto, que ocurre en la matriz, se puede ver en muchas enfermedades en las que la matriz, específicamente, está alterada. O sea, la línea separa lo que es reparable de lo que no, en forma espontánea, desde el punto de vista clínico.
En el aspecto energético también hay una diferencia muy importante: a la izquierda de la línea de corte biológico el metabolismo celular está indemne, las mitocondrias están funcionando de manera perfecta, con su fosforilación oxidativa y la formación de ATP. Cuando la célula pasa al lado derecho de la línea, el metabolismo comienza a ser anaerobio, por lo que es mucho menos eficiente.
En relación con esto, Reckeweg planteó la división de la homotoxicología en seis fases, partiendo por las fases de excreción e inflamación, que son de tipo humoral y que se traducen en una congestión nasal; después viene la fase de depósito de la toxina en la matriz, que si es muy intensa, va a impregnarla; entre estas dos estaría la línea de corte biológico. Siguiendo hacia la derecha, viene la fase celular, en la que se altera el metabolismo y comienza la degeneración celular.
Cada célula tiene un reloj que le dice al cabo de cuánto tiempo tendrá que morir, mediante el proceso de apoptosis celular, cuya información está en la parte distal de los telómeros. Cuando hay daño en el metabolismo, los telómeros se dañan, se altera este reloj biológico y esa célula entra en una proliferación descontrolada que puede terminar en un cáncer. En este contexto, los postulados de Reckeweg serían lógicos.
En etapas iniciales hay tendencia a la eliminación de las toxinas y a la mejoría, con el sistema enzimático funcionando en perfectas condiciones. Al avanzar a la derecha de la tabla de las seis fases, hacia la parte degenerativa y el cáncer, los sistemas enzimáticos se alteran y el pronóstico es peor (véase figura 2).
Figura 2. Fases de la enfermedad y línea de corte biológico. Las fases a la izquierda de la línea de corte biológico muestran un aspecto positivo del organismo y una posibilidad natural de recuperación; las fases a la derecha de la línea muestran una pérdida de la capacidad defensiva, por deterioro del mecanismo enzimatico. Cuando se llega a la línea de corte biológico ya se ha perdido 50% de la capacidad de producción de energía. En el lado izquierdo se encuentran los procesos de defensa inflamatorios, que son siempre humorales, y a la derecha del corte se aprecian los procesos de trastornos celulares.
La homotoxicología utiliza en sus tratamientos medicamentos en concentraciones muy diluidas. El mecanismo de acción se conoció hace sólo 10 a 15 años, pero el profesor Reckeweg inventó, en 1950, productos que están totalmente vigentes. Es importante que los médicos alópatas entiendan cómo funcionan estos medicamentos que se administran en dosis homeopáticas, en diluciones de D4 a D8, con cantidades muy pequeñas de sustancias.
Los medicamentos se pueden administrar por cualquier vía: oral, nasal, en aerosol, subcutánea o intramuscular; la sustancia que se introduce en dosis mínimas es captada por los macrófagos, que la procesan al interior de los lisosomas y forman estructuras compuestas por 4 a 12 aminoácidos, denominadas epítopos, que van a ir a la superficie de esa célula, en el sitio donde está el complejo mayor de histocompatibilidad. Allí captan esa información los linfocitos que normalmente están circulando en el organismo, de la subpoblación TH3, los que entran a la circulación, llegan al ganglio regional, donde se replican para luego circular por todo el organismo, hasta que los capta alguna zona donde esté en curso un proceso inflamatorio, por ejemplo, una articulación.
Al llegar al sitio de la inflamación, el linfocito TH3 se encuentra con linfocitos TH1 y TH2, que son proinflamatorios y producen una serie de interleuquinas que desencadenarán la cascada inflamatoria, pero el linfocito TH3 produce el factor de crecimiento tisular Beta, que es el más potente antiinflamatorio natural que se conoce y que inhibe los linfocitos TH1 y TH2, que están causando la inflamación. En el fondo, lo que estos medicamentos hacen es modular la inflamación mediante una respuesta antígeno-anticuerpo muy especial, que se llama reacción de asistencia inmunológica (bystander reaction) y que permite que la inflamación siga adelante, pero dentro de límites acotados y más bajos, y modulándola para que sirva de defensa frente al factor agresor.
Rosales, médico colombiano de formación pediátrica alópata, que hizo una beca de tres años de neonatología en los Estados Unidos y es muy riguroso desde el punto de vista científico, ejerce este tipo de medicina desde hace algunos años. Acaba de publicar el libro “Síndrome de inflamación de las mucosas”, en el que describe un concepto personal propio, dirigido a explicar muchas de las situaciones que se ven en la consulta con frecuencia.
Este concepto se refiere a que en los niños se alteran distintas mucosas de manera simultánea o sucesiva; por ejemplo, es frecuente que un niño que presenta estitiquez presente después un asma bronquial; si se pregunta a las madres de todos los niños que consultan por bronquitis obstructiva sobre el hábito digestivo de aquéllos, un porcentaje importante tendrá problemas de estitiquez. Si se trata el problema digestivo, el sistema respiratorio mejora, porque la mucosa intestinal dañada absorbe sustancias tóxicas y esa información viaja por los linfocitos hasta la mucosa bronquial, nasal, de la trompa de Eustaquio, etc., y origina a un paciente con hiperreactividad de las mucosas, que va a presentar otitis frecuentes y, tarde o temprano, rinitis. Hasta el reflujo gastroesofágico se interpretado como una gastritis o una duodenitis secundaria a todo este proceso.
A este paciente no se le trata en la forma corriente, sino que se le da más importancia a elementos como la alimentación, que es fundamental en todo tratamiento biológico. La leche de vaca se considera cada vez más como un tóxico, haya o no alteración de los exámenes relacionados con alergia a la proteína de la leche.
En julio de este año se organizó el primer Simposio Internacional de Medicina Biológica, en el cual presenté mi experiencia pediátrica, basada en el seguimiento de todos los pacientes que recibieron este tipo de tratamiento. Fueron 125 pacientes; el más pequeño de 25 días, pues estos medicamentos se pueden usar a cualquier edad, porque no son tóxicos ni tienen efectos colaterales. La niña mayor tenía 18 años y sufría de gran estrés, porque estaba en el último año de colegio y tenía que dar la prueba para entrar a la universidad; a ella también le sirvió el tratamiento.
A manera de ejemplo, 55 niños, de 5 meses a 15 años 11 meses de edad, fueron tratados con un inhalador nasal de euphorbium compositum; 28 de ellos tenían rinitis purulenta, 14, rinitis aguda, 7, rinitis crónica (de más de tres semanas de evolución) y 6 tenían sinusitis; estos últimos 6 también recibieron antibióticos, pero con el medicamento se acortaron los tiempos de tratamiento. El inhalador, que fue el que tuvo los mejores resultados, falló sólo en un niño, o sea, tuvo éxito en 98,2% de los casos.
En una publicación de 2000 se describe una serie de 390 adultos con diagnóstico de sinusitis crónica que fueron tratados exclusivamente con este inhalador nasal, sin antibióticos, aunque es probable que previamente los hubieran recibido. Los autores consideraron el resultado muy bueno cuando los síntomas desaparecían en los primeros cinco días y también a los 15 días, cuando encontraron 85% de mejoría sin el tratamiento antibiótico.
En un estudio de laboratorio in vitro se analizaron los componentes del euphorbium compositum para determinar si tenían algún efecto antiviral. Para esto se cultivaron virus sin el compuesto y con el compuesto, con controles sin el virus, y se comprobó una clara diferencia en el sentido de que las colonias virales se inhibieron con el compuesto. En particular, el virus sincicial respiratorio mostró 40% de inhibición in vitro, o sea, independientemente de los otros mecanismos de regulación de la respuesta inmunológica, tuvo un efecto antiviral directo.
El euphorbium compositum es un líquido que se nebuliza en las fosas nasales y contiene euphorbium, pulsatilla y una serie de otros elementos, pero en concentraciones muy diluidas, D8, D10, son concentraciones decimales, que se preparan de manera especial. En cuanto al componente de base, el euphorbium es una planta.
Cuando Hahnemann., a mediados del siglo XIX, partió con la homeopatía, realizó estudios en seres humanos a quienes administró dosis crecientes de sustancias hasta encontrar efectos; es lo que se llama la patogenesia de esas sustancias. Por ejemplo, si una determinada planta produce catarro de la vía respiratoria alta, con rinitis, sinusitis y catarro tubárico en un individuo sano, a las personas que presentaban esos síntomas Hahnemann les daba euphorbium resinifera y el paciente se mejoraba usándolo en dosis homeopáticas.
Se han usado sustancias francamente venenosas, como veneno de araña y de serpiente; incluso hay preparados muy buenos de veneno de abeja, que se administran en gotas a los niños picados por una abeja que tienen reacciones alérgicas agudas; en pocos minutos, el cuadro va disminuyendo. Este es el efecto de similitud. El resto de los componentes, todos tienen algo que ver con rinitis aguda, rinorrea, catarro de senos paranasales, etc.
Javiera nació en abril de 2001; recibió pecho sólo por un mes y luego comenzó a recibir leche maternizada. Al mes y medio tuvo síntomas digestivos importantes, con cólicos y estitiquez, por lo que se probó leches sin lactosa, de soya. A los tres meses y medio tuvo vómitos importantes; se planteó reflujo y se inició Enfamil AR. A los cinco meses presentó una otitis supurada izquierda, o sea, ya tenía compromiso de distintas mucosas; fue tratada con Amoval, que es el tratamiento de elección.
A los seis meses y medio presentó rinotraqueítis obstructiva y otitis congestiva bilateral; como ya se había usado amoxicilina, se administró Clavinex. A los siete meses y medio presentó una tercera otitis congestiva bilateral, por lo que se indicó Curocef. A los ocho meses tuvo una faringitis viral y al año tres meses, ya en invierno, comenzó con cuadros respiratorios y presentó una bronquitis obstructiva al año ocho meses.
Al año 11 meses llegó a la consulta, saturando 96%; se trató con Seretide más Aerolin durante el día, antibióticos, prednisona oral y kinesiterapia respiratoria, con lo que salió adelante. A los dos años 11 meses presentó una crisis de asma grave, con gran retracción y saturación límite, por lo que se plantea la posibilidad de hospitalizarla. La mamá, bastante culta, manifestó estar cansada de los puff y preguntó si existía alguna otra posibilidad. Se le planteó la alternativa de la medicina complementaria, advirtiéndole que habría que alternar medicamentos cada 15 minutos.
La madre comenzó a utilizar estos medicamentos por vía oral, con el inhalador Seretide a mano y manteniendo contacto telefónico directo, porque subsistía la posibilidad de que hubiera que hospitalizar a la niña. A las cuatro horas de tratamiento la niña tenía menor retracción, sin cianosis y comenzó a alimentarse poco a poco. Durante la noche se fueron espaciando los medicamentos. La mamá pudo dormir toda la noche, porque la tos desapareció. La dosis de los medicamentos se fue disminuyendo y se adicionaron preparados que mejoran las defensas frente a las infecciones virales y bacterianas, cuya acción tiene un sustrato inmunológico.
El segundo caso corresponde a un niño que tenía antecedentes de hospitalización a los tres meses por un virus sincicial respiratorio y que presentaba problemas bronquiales obstructivos desde los seis meses; a los diez meses hubo que hospitalizarlo por una crisis de asma. Su madre es químico farmacéutico, tiene en San Bernardo una farmacia de homeopatía y comenzó por su cuenta con este tipo de tratamiento. Lo manejó relativamente bien, pero sin supervisión médica, hasta los cuatro años, en que el niño comenzó con un resfrío y luego con accesos de tos de predominio nocturno y con el ejercicio, por lo que decidieron consultar.
En el examen físico había espiración prolongada, sibilancias y tos traqueal productiva. El diagnóstico fue de asma y se le indicó tratamiento de medicina biológica, con el cual el niño salió adelante, aunque a veces hubo que elevar la frecuencia de las dosis, por aumento de la tos. Se mantuvo bien durante dos meses, luego hizo un cuadro febril con otalgia, tímpanos congestivos y abombados, y compromiso de las mucosas, pero la parte bronquial seguía relativamente bien. Se trató la otitis con antibióticos y otros medicamentos, puesto que los medicamentos de la medicina complementaria pueden mezclarse con los habituales sin peligro. El niño después anduvo muy bien.
Otro caso es el de Joaquín, de siete años siete meses, que consultó en un servicio de urgencia por un intenso dolor abdominal. La ecografía, realizada para descartar apendicitis, demostró la presencia de una adenitis mesentérica, que se trató con analgésicos y antinflamatorios. Tuvo que consultar nuevamente al otro día por persistir el dolor y se indicó el mismo tratamiento, pero no calmaba el dolor, por lo que llegó a mi consulta. Encontré una sensibilidad difusa moderada de abdomen y deposiciones duras en el colon; se usó medicamentos para limpiar el colon y un antiespasmódico natural, y el dolor desapareció en algunas horas. No tengo 100 pacientes con adenitis mesentérica tratados con un tipo de medicamentos y otros 100 con el otro, pero la experiencia descrita es real.
De los 195 niños, 82% mejoraron con el tratamiento indicado; con la medicina tradicional las cifras deben ser similares, pero no las tengo tabuladas. No hubo efectos colaterales en ninguno de ellos, aunque el más pequeño tenía 25 días de vida. La conclusión es que esta terapia complementaria puede ser útil en pediatría y que tiene poca toxicidad en los niños. Es posible que la situación sea distinta en los adultos, cuya matriz puede estar muy dañada y es más difícil mejorarlos.
En resumen, les he presentado mi experiencia en el tipo de medicina complementaria conocida como homotoxicología. Creo que hay un largo camino por recorrer en este campo. Tuve la suerte de estar cuatro días en la consulta de Rosales, en Cali, donde las consultas son parecidas a las nuestras, y pude ver algunos casos asombrosos, como el de una niña con infección urinaria que fue tratada sin antibióticos, con control diario de cultivo de orina; al cuarto día ya no tenía infección urinaria. En mi práctica clínica uso pocos antibióticos, pero creo que ahora los usaré mucho menos. En otro caso, un niño con una otitis congestiva típica fue tratado con este tipo de medicamentos, sin antibióticos, con control diario del tímpano, hasta que mejoró.
La publicación de estas Actas Científicas ha sido posible gracias a una colaboración editorial entre Medwave y el Servicio de Pediatría del Hospital Clínico San Borja Arriarán.
Edición científica: Dr. Luis Delpiano.
Citación: Vaisman S. Biological medicine in pediatrics. Medwave 2005 Mar;5(2):2395 doi: 10.5867/medwave.2005.02.2395
Fecha de publicación: 1/3/2005
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