Hace poco hizo noticia la muerte en la calle de un menor de 16 años, debido a una intoxicación por drogas. Este caso y muchos otros nos recuerdan que la drogadicción en la juventud es un problema real, pero los grupos de salud no se han organizado adecuadamente para solucionarlo. El pediatra neonatólogo debe estar capacitado para pesquisar este problema.
Se entiende por droga toda sustancia que una vez introducida al organismo, sea por vía nasal o endovenosa, inhalada o ingerida, provoca cambios en el metabolismo que se manifiestan por alteraciones físicas y sicológicas. La Organización Mundial de la Salud define “droga” como cualquier sustancia natural o sintética que, al ser introducida en el organismo, altera la actividad síquica y el funcionamiento del organismo mediante distintos efectos, principalmente en el sistema nervioso central.
Las drogas se pueden clasificar según la alteración que produzcan en el organismo, particularmente en el sistema nervioso central, donde pueden tener un efecto estimulante, depresor o alucinógeno. Las drogas estimulantes del sistema nervioso central son fundamentalmente la cocaína, la pasta base, la anfetamina y las drogas anfetaminosímiles, como el éxtasis, que es lo más novedoso actualmente y se encuentra a disposición de un grupo de elite, por su alto costo. Entre las drogas depresoras están las conocidas benzodiazepinas, los barbitúricos y los opiáceos, entre los cuales se encuentra la heroína. Entre los inhalantes están los pegamentos, barnices, pinturas y petróleo; el más conocido es el Agorex. Por último, entre los alucinógenos se cuentan la marihuana, la mescalina y el LSD. Los adictos suelen mezclar estas drogas, lo que explica que éstas puedan producirles efectos muy graves, incluso la muerte.
En Chile la droga es un problema emergente. En general, se dice que los individuos proclives a la delincuencia, de personalidad amoral, que son perseguidos por la sociedad o que de alguna manera se rebelan contra ella, son los que consumen droga, pero, en realidad, este problema se da en todos los medios, incluso en el medio profesional y también médico. Hasta los años 80 era un problema incipiente. La información acerca de los efectos de la droga venía de instituciones no gubernamentales, grupos privados que pretendían informar a la comunidad y sensibilizarla acerca de este tema, pero se carecía de información fidedigna, actualizada y zonificada geográficamente.
Como respuesta a este problema se creó, hace 10 años, el CONACE (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), que cuenta actualmente con información detallada del consumo de drogas entre escolares y adultos, recolectada por medio de encuestas en cada comuna de Santiago. En 1994 se mantuvo un registro permanente de la información sobre el consumo de drogas, que se tradujo en informes bianuales; lamentablemente, no hay datos más recientes. Tampoco, hasta la fecha, hay estudios de incidencia de lo que sucede en la embarazada.
Lo primero que llamó la atención fue la alta incidencia del problema en Providencia, en relación con barrios típicamente calificados como adictos o comercializadores de droga.
En una gráfica de la incidencia del consumo de drogas en Chile en la población general, se puede ver que este consumo aumentó desde alrededor de 4,45%, en 1994, hasta 6,28% en 2000, o sea, tuvo un incremento de 50% en sólo seis años. La distribución por sexo del consumo de drogas ilícitas demuestra que los hombres consumen tres veces más que las mujeres, y, con respecto a la edad, el grupo más consumidor es el de 19 a 25 años, con 15,9%; es decir, 16 de cada 100 personas de esta edad han consumido droga alguna vez en su vida. En el grupo de 12 a 18 años, la cifra es la mitad del grupo anterior, pero sigue siendo muy alta. El nivel socioeconómico medio alto tiene 7,5% de consumo y el medio, 5,9%; no hay información sobre el estrato bajo.
La droga ilícita más consumida es la marihuana, seguida por la cocaína y, mucho más atrás, la pasta base. El consumo de anfetaminas, solventes volátiles y heroína también es bajo, pero el éxtasis está comenzando a aumentar y lo más probable es que pronto se establezca entre los más consumidos.
En una encuesta realizada en la región metropolitana en 2000, 8% de los encuestados declararon que alguna vez habían consumido drogas; nuevamente se encontró que los varones consumen tres veces más droga que las mujeres; 19% de los jóvenes de 19 a 25 años y 11% de los niños de 12 a 18 años habían consumido alguna droga ilícita.
La droga cruza los niveles socioeconómicos y la buena educación no impide su consumo. Providencia supera con creces a La Pintana en el consumo de marihuana y no hay ninguna diferencia entre Renca, Lo Barnechea, Lo Espejo o Huechuraba. Llama la atención que La Reina, catalogada como una comuna tranquila, tiene una cifra de 10%.
La literatura sobre psiquiatría adolescente habla de la necesidad básica que tiene el ser humano de percibir y transformar la realidad en que vive. Pensar: “yo percibo la realidad de esta manera y trato de transformarla” permitiría que el ser humano sienta que tiene una visión o una relevancia distinta de la de un animal y que puede trascender.
En el niño, esta necesidad de transformar la realidad se traduce en el juego, que se hace más interesante mientras más imaginación tiene. En el adolescente, la capacidad de fantasear también es muy fuerte, aunque adquiere mayor complejidad, más elementos intelectuales. En el adulto, la necesidad de trascender lo cotidiano tiene que ver con el quehacer, de modo que éste sería el gatillante del consumo de drogas en personas que no logran obtener la impresión de trascendencia por medio de sus realidades comunes y corrientes. Con la droga, pueden inducir esta sensación en forma voluntaria, en momentos conocidos y acompañados por quienes deseen.
El cerebro tiene 10.000 millones de neuronas y 20 sistemas de neurotrasmisores, modula una compleja organización que permite tener una conciencia propia de la realidad. Las drogas alteran estos sistemas y producen efectos agradables para el individuo, los que inducen la apetencia anímico-corporal y la búsqueda de facilitadores artificiales de felicidad, es decir, de las drogas. De esta forma se llega a la adicción. El fenómeno de la adicción, descrito solamente en los seres humanos, es muy amplio, ya que abarca a los afectos, el aprendizaje, el comportamiento y la sicología. Se refiere a la búsqueda compulsiva de la droga o de los tipos de comportamiento inducidos por ésta, y a la incapacidad de controlar estos comportamientos, independiente de sus consecuencias perjudiciales de tipo social, económico, físico o psicológico.
La dependencia y el cambio de apreciación de la realidad llegan a tal punto que la gente pierde el control sobre el consumo. Esto tiene que ver con la capacidad que tiene la droga para causar la adicción. Hay quienes piensan que controlan el hábito de fumar porque fuman sólo 5 cigarrillos, pero se mueren por fumar después de almuerzo, por ejemplo. Otros no logran percibir a sus amistades ni tener un nivel de conversación o socialización si no están estimulados y excitados por el alcohol. Las otras drogas, probablemente, tienen un efecto mucho más violento y favorecen aún más la adicción.
Todas las adicciones se caracterizan por cambios físicos y psicológicos que afectan transversalmente la percepción de sí mismo y la integridad física, y dan síntomas como taquicardia, cefalea, baja de peso, irritabilidad, labilidad emocional, etc.
Se sabe que los indios de México utilizaban la mescalina y que los machis o brujos del pueblo permitían el consumo de drogas como el peyote, una vez al año, para caer en un trance masivo y así hacer sentir a su pueblo que formaba parte de una familia. Actualmente, se consume la droga en forma más individual, lo que favorece la mirada introspectiva, pero es como verse en un espejo que tergiversa permanentemente la silueta, los colores y las formas personales. Este fenómeno aumenta la tendencia a la individualización, pero, en esa búsqueda, el individuo se pierde a sí mismo.
El uso de las drogas adictivas es un fenómeno que se remonta a los años 60, cuando la generación hippie empezó a consumirlas en forma comunitaria como una forma de rebelarse contra una serie de comportamientos sociales de la época. Muchas mujeres se embarazaron y tuvieron hijos que sufrieron exposición a drogas in utero, lo que dio origen a la descripción de sus consecuencias en la literatura. En ese entonces se comenzó a hablar de la acción potencialmente teratógena de las drogas lícitas, como el tabaco y el alcohol, y de las ilícitas; en los años 70 se describió algunos resultados neonatales de la adicción al opio y al alcohol en las embarazadas y se hizo notar que los hijos de mujeres alcohólicas o drogadictas podían presentar síntomas de abstinencia, especialmente en el caso de la heroína o metadona, que actualmente son menos populares. En los años 80, la atención comenzó a focalizarse en la cocaína, a medida que ésta se hizo más popular. Incluso se pudo establecer un perfil psicosocial de la embarazada adicta, lo que permitía captarla mediante una encuesta social.
Las embarazadas adictas, generalmente, son hijas de padres adictos, particularmente alcohólicos; hay una alta proporción de abuso sexual temprano: entre 30% y 50% de ellas refieren el antecedente de abuso sexual, de otro tipo o abandono durante la niñez. Cuando inician la actividad sexual continúan relacionándose con hombres adictos o alcohólicos, por lo que a menudo son víctimas de violencia intrafamiliar y de diversos desórdenes psiquiátricos.
Esta forma de alteración mental–social, en que parece que las percepciones, los valores morales y la ética están totalmente transformadas, sería muy difícil de revertir.
Efectos de la exposición fetal a drogas
El sistema nervioso central se desarrolla gracias a una compleja interacción entre genes, ambiente y un programa de desarrollo específico, aunque aún no está claro cuál es el peso relativo de cada uno de estos factores. La programación de la maduración se inicia a los 28 días de gestación. En ese momento el embrión, que debe medir 1 cm, inicia el desarrollo del tubo neural y comienza a inducir la maduración del futuro sistema nervioso central. Posteriormente, en la lactancia y la niñez, actúan otros estimulantes de esta maduración, como la crianza, los vínculos que se establecen con la familia, etc.
Por lo tanto, las noxas afectarán el desarrollo del sistema nervioso, dependiendo del tiempo de exposición, de la protección frente a ella y del momento de la gestación o de la vida en que se presenten.
Una especulación que podría tener alguna base plantea que el consumo de drogas en la embarazada condiciona un sustrato neurológico que aumenta la tendencia al consumo de drogas o a la búsqueda de las conductas relacionadas durante la vida adulta del individuo. Esto explicaría que los adictos sean hijos de adictos o de alcohólicos y que gusten de exponerse a situaciones vitales o deportivas arriesgadas y extremas, actitudes que reflejarían la impronta de una alteración precoz que se traduciría en la necesidad de una cantidad mayor de adrenalina en sus interrelaciones neuronales.
Los desórdenes del desarrollo del sistema nervioso central son de dos clases: los que ocurren en la primera mitad de la gestación, y que comprometen la citogénesis de las neuronas y la migración celular; y los que ocurren en la segunda mitad de la gestación, que afectan el crecimiento cerebral y su diferenciación. El cerebro se desarrolla siguiendo un orden, partiendo por la migración de la neurona, la organización y la mielinización. La organización es un proceso de conexión o de “alambrado” del sistema nervioso central, que comienza entre el quinto y el sexto mes de gestación y sigue ocurriendo hasta el primer año de vida. Gracias a este proceso se producen las comunicaciones de célula a célula y se organizan e integran los sistemas.
En este momento ocurre también la apoptosis, un proceso que eventualmente puede ser reversible y que consiste en la programación de las células para la autodestrucción. Cuando actúa una noxa en ciertos sectores, la apoptosis se puede revertir para evitar la muerte de algunas neuronas o células destinadas a morir, como una forma de compensar la muerte de células vecinas causadas por la noxa. Esto podría afectar el funcionamiento de toda la comunidad neuronal que está organizándose. También hay alteraciones que determinan algún grado de hipersensibilidad o bien una pobre modulación del comportamiento, y es un momento importante para la incorporación de la información neurosensorial.
Este es un proceso más bien de la segunda etapa del embarazo, de modo que se debe incentivar a la madre adicta para que abandone la droga en este momento, aunque haya sido consumidora en el primer semestre, porque en el segundo y tercer trimestres ocurren episodios tan importantes para el feto que, de todos modos, éste se va a beneficiar y también ella, si aprovecha este momento para tratarse y salir de su adicción.
En el cerebro fetal que está en desarrollo, todas las drogas, como el alcohol, la nicotina, los narcóticos, los opioides, etc., pueden actuar como teratógenos, según el momento de la exposición, y todos estos agentes pueden alterar, tanto el desarrollo del cerebro fetal como su función. Ciertos modelos animales han permitido eliminar algunas variables postnatales del ambiente físico o psicológico, y así se ha demostrado que estas alteraciones pueden ocurrir independientemente del lugar donde nace, del nivel socioeconómico y del trato que se tenga con el animal recién nacido, o sea, que hay una impronta in utero que va a seguir su evolución.
El compromiso más persistente es el de los sistemas de neurotransmisores que participan en las funciones de atención y afecto de estos niños, algo bastante difícil de medir; los trastornos de este tipo se suelen atribuir a la falta de atención y cuidado, o a la mala relación de la madre con su niño. También se altera la calma de la persona que está a cargo del niño, porque no logra controlar el llanto de éste por los medios habituales. Son niños irritables, inquietos y carentes de afecto. Esto no es fácil de medir, pero los psicólogos pueden hacerlo.
En un estudio sobre la incidencia del consumo de una droga en los Estados Unidos, en que se clasificó como tal los canabinoides, la heroína y la cocaína, se describió una incidencia de 8% a 12% en cualquier momento del embarazo, o sea, alrededor de 10 de cada 100 mujeres embarazadas habían consumido drogas, conclusión que resulta impresionante. No hay cifras de Chile.
Frente a esta situación, el pediatra no sólo debe enfrentar a la madre sino que tiene que ocuparse el niño; el médico, en general, debe velar por la protección del más desvalido, que es uno de los derechos del niño. En tal sentido, se entrega cierta autonomía a los médicos que están a cargo de los niños para que tomen la decisión de protegerlos ante su madre, si sospechan que ella no podrá darles el cuidado debido. Además, estas madres muestran una alta incidencia de enfermedades como la hepatitis B, suelen ser portadoras del VIH o de otras enfermedades de transmisión sexual, y sufren de una mayor incidencia de patologías perinatales, es decir, la situación pasa a ser un problema del binomio madre-hijo.
Síndrome Alcohólico Fetal
La incidencia universal de este síndrome es de 1/600 nacidos vivos, más alta que la del síndrome de Down. Es la tercera causa más frecuente de retraso mental; los niños afectados se caracterizan por tener el antecedente de retardo de crecimiento intrauterino grave, microcefalia importante y coeficiente intelectual de alrededor de 65. Al comienzo, los niños pueden sufrir un síndrome de abstinencia neonatal y presentar algunas características dismórficas o malformaciones congénitas esqueléticas, cardíacas, genitourinarias y labio leporino. El fenotipo típico comprende hipertricosis, puente nasal bajo y chato, frente aglobada y filtrum nasal más largo de lo normal, lo que no tiene que ver con la etnia del niño. Este fenotipo, en conjunto con el comportamiento del recién nacido, obliga a descartar un síndrome alcohólico fetal.
Tabaquismo en la embarazada
El alcohol tiene un trasfondo social importante; todos le recomiendan a la embarazada que no consuma alcohol, pero no rige lo mismo con el consumo del tabaco. La nicotina actúa sobre la circulación placentaria, aumenta la resistencia, favorece la isquemia crónica y la hipoxia fetal, y se traduce en una mayor tasa de abortos espontáneos, prematurez y muerte perinatal, principalmente por el retardo de crecimiento intrauterino. El mayor efecto de la nicotina consiste en la disminución del peso final del recién nacido, en 150 a 250 g. La cifra no parece mucho, pero es significativa. Otros efectos son aumento de los temblores, mala respuesta auditiva y aumento del tono muscular. Además, como la madre sigue fumando, la nicotina pasa a la leche en bajas concentraciones.
Consumo de marihuana en la gestación
El canabinoide atraviesa la placenta sin dificultad y reduce el flujo uterino; se provoca una hipoxia fetal que es difícil de distinguir, porque la medición actual de la oxigenación del feto no es eficiente; los resultados de estos fenómenos hipóxicos consisten en alteraciones neurológicas de distinto grado en el RN.
La marihuana diminuye el periodo de gestación promedio en una semana, por lo menos, se asocia a un descenso de peso de alrededor de 150 g y explica algunas alteraciones neurológicas del periodo neonatal, como los temblores y sobresaltos que no corresponderían a los fenómenos típicos descritos en el recién nacido.
Consumo de cocaína en el embarazo
La cocaína es la droga que más se utiliza durante el embarazo, frecuentemente asociada con el alcohol. Ejerce su acción farmacológica mediante el bloqueo sistemático de la recaptura presináptica de las catecolaminas endógenas, dopamina, epinefrina y norepinefrina. Lo anterior se traduce en exceso de neurotrasmisores en la membrana postsináptica y desorganización de las funciones del cerebro.
La dopamina es el principal neurotrasmisor que actúa en las emociones, el ánimo y las motivaciones, los que se ubican en el sistema límbico. La euforia que se atribuye a la cocaína se debe a que, en vez de liberación simple, recaptura y nueva liberación, hay una permanente estimulación que lleva al afectado a un estado de excitación continua.
La solubilidad lipídica de la cocaína es muy alta, por lo que atraviesa la placenta muy rápidamente y puede pasar la barrera hematoencefálica fetal.
Los efectos clínicos secundarios al aumento de catecolaminas circulantes son los síntomas de vasoconstricción: hipertensión materna, aumento de la contractilidad uterina, mayor incidencia de abortos, mortinatos, partos prematuros y rupturas vasculares fetales. Además, la vasoconstricción placentaria se asocia a una caída del flujo uterino, lo que conduce a hipertensión, taquicardia fetal o hipoxia fetal, asfixia intrauterina crónica y, por último, retardo de crecimiento intrauterino. La resonancia nuclear magnética ha permitido detectar estos efectos tóxicos en los infartos cerebrales fetales. El estímulo permanente, sumado a la ruptura de los vasos del sistema nervioso central, que son muy frágiles en el recién nacido, se traduce en zonas de infarto significativas en el cerebro.
La cocaína que ingresa al feto se concentra principalmente en el cerebro, donde alcanza cuatro veces los niveles plasmáticos. Tiene un efecto tóxico directo, evidenciado por alteraciones en el electroencefalograma y en las tomografías computarizadas, y por la mayor incidencia de anomalías congénitas, infartos y microcefalias. También puede ocasionar otras alteraciones neurológicas como temblores, alteraciones del sueño, hipertonía, hipotonía, irritabilidad, llanto agudo y convulsiones. Si el médico está informado, puede pesquisar a niños cuya exposición no se determinó en el prenatal. Deben llamar la atención los niños muy irritables, con llanto muy agudo y difíciles de calmar aunque la madre los atienda. Al examen, son niños cuya circunferencia de cráneo es menor que lo normal, con tendencia a la hipertonía y que, además de la irritabilidad, tienen algunos temblores finos, los que, por el retardo del crecimiento intrauterino, pueden plantear una hipoglicemia, pero ésta se descarta. Su fenotipo no es tan grosero como el del síndrome alcohólico fetal, pero con algunos elementos destacables.
En el caso de un niño que nació en el Hospital Sótero del Río, tenía la frente abombada, fontanelas más amplias que lo normal y puente nasal con labio como de mono. El niño no se consolaba fácilmente; al consultarle a la madre si había consumido algún tipo de droga, contestó positivamente y preguntó si eso tenía alguna importancia para su hijo. En ese momento hay que rescatar a esa madre, con la ayuda de la asistente social, porque si amamanta al niño mientras sigue consumiendo droga, seguirá intoxicándolo por medio de la leche materna.
Los efectos fetales de la cocaína son claros. La hipoxemia mantenida puede interrumpir la organogénesis, que depende del flujo sanguíneo. Produce ruptura vascular fetal y un efecto teratogénico que tiene que ver con el tono vascular y la perfusiónde los órganos, y que se acompaña de anomalías cardíacas e incluso infartos del miocardio. Los niños pueden tener atresia intestinal, enterocolitis de inicio precoz sin causa aparente, vómitos, deposiciones anormalmente blandas para un recién nacido y algún tipo de malformación genitourinaria y de extremidades. Un aspecto que llama la atención es la dismorfia facial, caracterizada por fontanela amplia, glabela prominente que da la frente abombada, marcado edema de párpados periorbital, puente nasal bajo, nariz corta y uñas y ortejos pequeños, como hipoplásicos. Otros hallazgos pueden ser paladar o labios fisurados y artrogriposis.
Este fenotipo difiere del síndrome alcohólico fetal en el filtrum amplio con labio superior delgado, que confirma la existencia de la exposición prenatal, aunque la madre generalmente consume ambas drogas. Otro signo que se puede encontrar es la implantación de la oreja más baja que lo normal.
Manejo y seguimiento: La neurotoxicidad que produce la cocaína es distinta a la de los opioides. La irritabilidad, el llanto agudo y la dificultad para calmar y alimentar al recién nacido puede exigir el uso de pulsos cortos de fenobarbital durante dos a tres días, hasta que la madre adquiera confianza. Lo más importante es trabajar en establecer la relación madre-hijo, pero si el niño es irritable y no permite establecer el apego, es preciso romper este círculo. Si la madre sigue siendo consumidora activa, se debe contraindicar la lactancia, como ocurre con las madres que, además de lo anterior, son VIH positivas.
El seguimiento de estos niños no es fácil, por la sanción social y la estigmatización que sufren las madres, quienes, a medida que el niño mejora o que alguien las ayuda, van abandonando los controles. Los escasos estudios de seguimiento a largo plazo que hay señalan que estos niños tienen un comportamiento anormal, que su patrón de sueño está alterado y que presentan temblores e incapacidad para ser consolados; son muy irritables y tienen una desorganización total de la respuesta social que se puede objetivar en el electroencefalograma y en los potenciales evocados visuales. La incidencia de muerte súbita en estos niños es tres a siete veces mayor que en los hijos de madres no consumidoras; además, suelen mostrar déficit atencional y carácter apático; no hay cómo motivarlos y se van aislando progresivamente de sus pares y de los adultos, lo que explica que con frecuencia caigan en la adicción que sus madres les entregaron como herencia.
Hay tres formas clásicas de hacer este diagnóstico: encuesta, análisis tóxicológico de orina y análisis del pelo de la madre y del recién nacido.
En los Estados Unidos se ha visto que la encuesta generalmente produce mucho sentimiento de culpa, vergüenza y temor a las repercusiones sociales. Muchas veces ni los parientes más próximos conocen la situación y las mujeres, por lo tanto, tienen miedo de ser encarceladas o vigiladas. Aun así, la encuesta es una buena aproximación, del punto de vista epidemiológico. La encuesta funciona mejor en las maternidades, porque allí las madres toman conciencia de que su problema es secundario frente a los que afligen a este niño indefenso y entonces entran en confianza y revelan asuntos personales.
En Michigan, que se caracteriza por un alto nivel de consumo de drogas y una población fundamentalmente obrera, en 20% a 30% de las embarazadas, la prueba de orina sería positiva para drogas. El inconveniente del examen de orina es que sus datos se refieren solamente a la semana previa al parto y así basta que la mujer deje de consumir en esa semana para pasar sin detección por la maternidad. No sirve para saber lo que ocurrió durante el embarazo. Por eso, en los estados en que el consumo es alto se hace el examen toxicológico para drogas en orina a todas las madres que ingresan con amenaza de parto prematuro y, posteriormente, a los recién nacidos. Se utiliza la técnica del radioinmunoanálisis, que permite detectar la presencia de cocaína y sus derivados, y también otras drogas como la marihuana.
El examen de pelo de la madre y del recién nacido es muy sensible, pero tiene 13% de falsos positivos en las madres, lo cual es muy complicado.
Hace algunos años se describió que en el meconio del recién nacido se podía encontrar cocaína, morfina, marihuana y también alcohol de manera más confiable, porque el meconio comienza a acumularse en el sistema digestivo a partir la semana 17, o sea, informa acerca de lo que pasó en las 23 semanas previas al parto y constituye un documento histórico de lo que consumió la madre.
En un artículo publicado en 2001, la persona que ideó la búsqueda de tóxicos en el meconio comparó los tres sistemas de estudio disponibles en relación con la cocaína y encontró que la encuesta tenía una sensibilidad de 65% y una especificidad de 100%, sin falsos positivos, pero con 50% de falsos negativos. El análisis del pelo tenía una sensibilidad de 100% y una especificidad de 68%, no tan buena como la anterior, con 13% de falsos positivos, pero sin falsos negativos. Finalmente, el radioinmunoanálisis del meconio con confirmación por cromatografía dio una sensibilidad de 87%, con especificidad de 100%, sin falsos positivos, pero con un porcentaje de falsos negativos. Se concluyó que la encuesta y el estudio de meconio son los únicos elementos que permiten detectar la exposición.
Los metabolitos de las drogas llegan al meconio después de la metabolización en el hígado, provenientes de la orina deglutida por el feto en la etapa intrauterina. La muestra de meconio se obtiene en las primeras 48 horas y se guarda en una bolsa de plástico que se debe refrigerar; se puede mantener congelada hasta nueve meses. La cantidad que se encuentra en el meconio no se relaciona con la cuantía del consumo de la madre; sólo da un resultado positivo o negativo.
En Santiago, solamente dos laboratorios hacen este examen. Uno es el Laboratorio de la Universidad de Chile, cuyo costo es más alto y que está orientado principalmente a la búsqueda de drogas en los deportistas; el otro es el Laboratorio Clínico Dra. Teresa Palma, que recibe muestras de meconio, pelo y orina para la búsqueda de cocaína, marihuana y anfetaminas. La muestra se analiza con radioinmunoanálisis en el laboratorio de la Sociedad de Análisis y Asesoría Química y el resultado se entrega en tres o cuatro días.
Los cuadros que causa la abstinencia son autolimitados, pero el médico y la madre deben conocerlos; la madre debe tener claro que el niño estará irritable solamente mientras le dure el efecto de la exposición intrauterina.
El tratamiento de cada manifestación del síndrome debe ser individualizado, basado en la gravedad del cuadro, la droga y la cantidad que ha usado la madre, el metabolismo y excreción fetal de la droga, y los riesgos y beneficios del tratamiento. A un niño con irritabilidad no se le puede administrar permanentemente fenobarbital, porque se va a dormir y no va a tomar pecho. El tratamiento debe ser específico; si es necesario, con fármacos similares a la droga causal.
Los síntomas que ameritan tratamiento en un recién nacido son las convulsiones, la dificultad para alimentarse, por estar ya sea muy dormido o muy irritable, la presencia de diarrea, que incluso puede causar deshidratación, y las dificultades importantes para conciliar el sueño. Como los recién nacidos duermen 90% del tiempo, si un niño no puede dormir, gasta mucha energía y se torna irritable, incluso puede tener fiebre no asociada con infecciones.
Si bien la lactancia materna es una fuente invaluable de nutrición y protección inmunológica, en presencia de drogas es preciso tomar algunas decisiones. El alcohol pasa libremente por la leche materna, pero su metabolito tóxico no pasa, de modo que los niños pueden estar más dormidos, pero no sufren el efecto más tóxico del alcohol. Es necesario mantener esta información en reserva y se debe insistir en que una mujer lactando no puede consumir alcohol.
La nicotina pasa a la leche en bajas cantidades. La recomendación, para las madres fumadoras que no puedan contenerse, es fumar hasta dos a tres horas antes de dar pecho, de modo que la cantidad de nicotina que pasa a la leche sea lo más baja posible. Esta droga tampoco alcanza niveles tóxicos en la circulación.
La cocaína sí pasa a la leche; su consumo en la lactancia es una contraindicación absoluta de ésta. Debemos hacer el máximo esfuerzo para que no se consuma ninguna droga durante la lactancia.
En un estudio de Mena se abarcó a los hijos de madres consumidoras de pasta base en la Región Metropolitana Sur Oriente, que corresponde al Hospital Sótero del Río, se reunió a alrededor de 110 madres, de quienes 24% eran adolescentes; la mitad eran solteras y un tercio, convivientes, cifras que no están lejos de representar a la sociedad. Entre estas madres, 40% consumían alcohol además de la pasta base, que es muy adictiva. Entre los recién nacidos, 68% eran pequeños para la edad gestacional y generalmente pesaban menos de 3 kg; 38% de los niños tenían microcefalia; en 60% de los casos hubo que hospitalizarlos por patologías graves como asfixia, síndrome convulsivo o cardiopatía. En cuanto a la situación social de estos niños, 22% vivían con la madre adicta, 7% con la madre rehabilitada y no se conocía el paradero de los demás.
En su libro acerca de la adolescencia, Sergio Canals observa que “la oferta de drogas, los modelos, la exigencia de éxito y la influencia de una información desbordante a través de los medios de comunicación amenazan continuamente el desarrollo armónico de nuestros jóvenes. Es aquí donde se pierde el control y comienza la búsqueda compulsiva de situaciones extremas para responder al “ cómo cambio mi realidad y la transformo’”.
Citación: D'Apremont I. Drug addiction in pregnancy and lactation. Medwave 2003 Nov;3(10):e1956 doi: 10.5867/medwave.2003.10.1956
Fecha de publicación: 1/11/2003
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