Hace unos pocos días, una colega, académica de mediana edad, vino hasta nuestra oficina y orgullosamente comentó que había escrito su primer capítulo de libro. Recientemente habíamos escuchado sobre los predadores en literatura científica, por lo que le preguntamos si estaba segura de que la editorial de su capítulo era seria, a lo que respondió sin vacilaciones: “Por supuesto, el libro está publicado en línea, puedo verlo en cualquier minuto”. Y así, nos mostró el sitio web…
Las problemáticas éticas en las publicaciones estuvieron referidas, hasta hace poco, sobre todo a las malas prácticas de los autores (i.e., plagio, superposiciones mayores [redundancias], superposiciones menores [“publicaciones salame”]), invención de datos, autorías fantasmas, conflictos de interés no declarados). En este sentido, se creó en 1997 el Comité de Ética para Publicaciones (COPE, por su sigla en inglés), con el objetivo de promover activamente la honestidad intelectual, proveyendo de guías para autores, editores, revisores y miembros del comité editorial. Consecuentemente, las malas prácticas de los autores han persistido, pero de manera más controlada dentro de la comunidad académica [1]. Sin embargo, la aparición de literatura de acceso abierto ha traído consigo nuevas problemáticas en relación a la ética de publicaciones.
Literatura de acceso abierto
La literatura científica de acceso abierto (Open Access, por sus siglas en inglés) se compone de una serie de revistas en línea disponibles para todos de manera gratuita, sin restricciones en la mayoría de los casos en lo concerniente a derechos de autor y licencias, pudiendo ser leídas, descargadas y libremente usadas con cualquier propósito. Debido a que estas publicaciones son gratuitas para los lectores, se ha aceptado que exista un pago por parte de los autores durante el proceso de publicación [2]. Hasta el año 2000, las publicaciones académicas estaban disponibles para los científicos solo de manera impresa, y las suscripciones eran pagadas por sus respectivas instituciones. Fue a comienzos de los años 2000 cuando las publicaciones comenzaron a estar disponibles en línea [3]. La historia sobre la aparición de un nuevo modelo de literatura con pago de autor cobra más sentido al considerar que el antiguo modelo, solo disponible de manera impresa, implicaba que los investigadores realizaban la revisión por pares gratuitamente, mientras que las compañías editoriales cobraban billones de dólares al año a estos mismos académicos y a sus instituciones para poder leer esos artículos [4].
Durante 2008, los National Institutes of Health (NIH, por sus siglas en inglés) ordenaron la publicación con acceso libre y público de todos los resultados obtenidos a partir de investigaciones financiadas por la institución. Paralelamente, el Congreso de Estados Unidos hizo obligatorio a los investigadores el envío de todos los manuscritos científicos a PubMed Central, toda vez que ellos hayan sido financiados con fondos públicos [5]. Dos años después, la Public Library of Science (PLoS, por sus siglas en inglés) se convirtió en una iniciativa exitosa y con utilidades económicas, posicionándose una de sus revistas, PLoS ONE, como el título de acceso abierto más grande del mundo [6]. Sin embargo, la digitalización implicó grandes costos económicos debido a la necesidad del cambio de formato y de financiar nuevas y diferentes inversiones. Así es como paradójicamente, los autores, en lugar de las bibliotecas o instituciones, se transformaron en clientes, no de la lectura, sino que de la publicación de sus artículos [2], [3].
La naturaleza de un predador
Tanto investigadores como académicos son constantemente presionados a publicar debido a diversas razones: e.g., permanencia en una posición, el placer personal de compartir el trabajo o de ver el propio nombre en un artículo, el querer que la investigación influya la práctica clínica y/o alguna política relacionada, el requerimiento institucional de productividad académica, una línea adicional en el curriculum vitae, el realizar una contribución significativa a la ciencia/conocimiento/entendimiento, etcétera [7]. Esta “vulnerabilidad” no ha sido ignorada por hackers y oportunistas, quienes permanentemente envían correos electrónicos con mensajes halagadores, solicitando manuscritos a cambio del compromiso de una publicación rápida [8]. No obstante, el problema es que el proceso de revisión por pares es usualmente falso, la aceptación es la norma y el control de calidad no existe. Así, los investigadores de países en vías en desarrollo son víctimas atractivas y presas fáciles de estas predadoras, puesto que están bajo la misma presión por publicar que quienes trabajan en países desarrollados, pero con menos directrices, apoyo y tutorías al respecto [9]. La mayoría de las instituciones de los países en desarrollo solicitan con frecuencia que sus académicos publiquen sus investigaciones en orden de mantener el prestigio institucional, obtener financiamiento gubernamental y posicionar el nombre de la institución en el ranking universitario. Debido a que la mayoría de las regulaciones en este sentido fueron establecidas hace mucho tiempo atrás, éstas solo establecen la necesidad de publicar en una revista con comité editorial y sin necesariamente exigir adecuada indización. Esta condición hace de los científicos un terreno fértil cuando son llamados por cualquier editorial a enviar un manuscrito.
El modus operandi de un predador usualmente comienza con un insistente envío de correos electrónicos al académico o científico, solicitando manuscritos, usando el atractivo cebo de una publicación expedita, sin mencionar muchas de las veces que luego se realizará un cobro monetario [10]. Posterior a la aceptación, se les cobra a los autores un valor que puede ir desde los US$1500 hasta US$3000. Si estos reclaman debido a la alta tarifa, los predadores usualmente insisten, ofreciendo un nuevo precio (hasta con 50% o 75% de descuento sobre el cobro inicial), pues necesitan mostrar artículos serios en sus sitios web, por lo que esta “captura” del artículo resulta atractiva como muestra para otros investigadores que visitan el sitio. Si el autor no está de acuerdo con pagar la nueva tarifa reducida y solicita la retracción, el retiro del manuscrito es generalmente mucho más costoso, y casi imposible de pagar [10]. Otra práctica frecuente es el reclutamiento de académicos prestigiosos para trabajar en comités editoriales, lo que algunos ingenuamente aceptan, mientras que otros son incluidos como miembros del comité sin permiso, e incluso sin su conocimiento [3],[8],[11],[12].
Estas editoriales suelen poseer un conjunto de revistas cuyo objetivo o alcance es incongruente con el título de las mismas y con las ediciones publicadas. La ubicación de su oficina central es frecuentemente poco clara, con dirección postal situada en Estados Unidos, Canadá, Australia o Europa, cuando realmente operan desde otros países. En efecto, cuando se busca la dirección mediante un mapa en línea, la ubicación sitúa autopistas, estaciones bencineras e incluso campos de cultivo. Los nombres de sus registros aparecen también ocultos, por lo que se hace imposible identificar a los propietarios y hackers a cargo.
La problemática
Esto no es solo un motivo de preocupación debido al fraude en sí. El gran problema es el modo en que el sistema de revisión por pares está siendo amenazado por completo, tanto en su integridad como en su rigurosidad. Particularmente en la investigación biomédica, los predadores son más activos, pues en esta área es donde se presentan las mayores subvenciones económicas a proyectos de investigación. Asimismo, la sociedad y los medios de comunicación ponen gran atención a la investigación científica, confiando las políticas públicas en el conocimiento generado por los resultados publicados, asumiendo que la investigación médica es honesta y libre de conflictos de interés. Adicionalmente, una de las actividades más amenazadas por las editoriales predadoras es el que los clínicos lleven a su práctica médica cotidiana evidencia corrupta [12]. Sumado a lo anterior, y dado que los artículos predados están libremente disponibles, las personas carentes de una formación científica que accedan a este tipo de información no tendrán forma de diferenciarla respecto de la investigación científica genuina y de calidad [13].
La comunicación efectiva constituye la base de las relaciones humanas y, en el campo de la academia, involucra la necesidad de que la información debe ir más allá del mero hecho de la difusión de los resultados de una investigación. En esta línea, las editoriales de acceso abierto promueven la democratización de la información, lo que enfatiza el libre conocimiento, pero implica costos económicos para los autores. De este modo, los intereses económicos han conducido a la emergencia de editoriales predadoras, las que configuran una amenaza creciente a las buenas prácticas en investigación, por aparecer como una opción rápida y tentadora para fomentar el avance académico, pero amenazando directamente y al mismo tiempo, la razón central de la generación de conocimiento.
Cuando insistimos en saber el nombre de la editorial donde nuestra colega había publicado su libro, ella nos dijo que el cobro había sido anulado, por lo que podría no tratarse de una editorial predadora. Nuestra colega es una persona inteligente, por lo que no dudábamos de la calidad del capítulo logrado. Finalmente, al revisar el Directorio de Open Access y buscar su ubicación en Google Maps, efectivamente se trataba de una editorial predadora, por lo que su libro estará en ese sitio web indefinidamente, sin indizar, y sirviendo de cebo para otros autores incautos. Ahora, las posibilidades para nuestra colega son insistir en la retracción del capítulo o abandonar la posibilidad de que su trabajo sea adecuadamente reconocido, mientras que el predador continuará aprovechándose de lo que era un muy buen capítulo de libro.
Declaración de conflictos de intereses
Los autores declaran que no tienen conflictos de intereses relacionados con la materia de este editorial.
Citación: Madrid E, Arancibia M. Predatory publishers: a bait for novices and expert researchers alike. Medwave 2017 Ene-Feb;16(1):e6558 doi: 10.5867/medwave.2017.01.6858
Fecha de publicación: 30/1/2017
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