Las autoras de este trabajo fueron asesoradas por Rosalba Todaro y contaron con la colaboración de Christian González y Paula Saravia para la elaboración de este documento. El texto completo de este trabajo está a disposición de quienes lo deseen en el Centro de Documentación del Colegio de Enfermeras de Chile A.G.
El acoso sexual es un problema de reciente aparición en el debate público de nuestro país. Sin embargo, esto no niega su existencia en la sociedad chilena a través de los años. Por el contrario, la literatura y la historia de Chile muestran que el acoso sexual ha sido una práctica común y frecuente, mayoritariamente de hombres hacia mujeres.
Hace 10 años existe un Proyecto de Ley presentado al Parlamento; en el se propone una legislación al respecto. A lo largo de este tiempo se han presentado diversos proyectos y mociones parlamentarias sobre el tema. El cuerpo legal, enviado a trámite legislativo por el entonces Presidente de la República y los Ministros del Trabajo y del Servicio Nacional de la Mujer, duerme varios en el Congreso Nacional.
En los últimos meses se ha reactivado el debate parlamentario. Esta discusión constituye una oportunidad de debatir sobre un tema respecto del que no hay acuerdo en la sociedad chilena. Mientras se desarrollaba este estudio, la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados, aprobó legislar sobre el tema. Sin embargo, predominaron diversas reticencias y protestas públicas por parte de ciertos parlamentarios.
Enfoque del estudio
Lo urgente del debate y la necesidad de legislar configuran un escenario diferente al de algunos años atrás. Por aquella época, esta temática no era parte del debate público. El objetivo general del estudio ha sido analizar el problema del acoso sexual desde el punto de vista de las percepciones de empleadores/as y trabajadores/as y experiencias preventivas existentes.
El objetivo apuntó a responder diversas preguntas. Por ejemplo: ¿cuál es el concepto de acoso sexual que tienen los hombres y mujeres en Chile? Mujeres y hombres, ¿perciben de
manera diferente el “acoso sexual”? ¿Son relevantes las diferencias de percepción y opinión respecto a qué constituye acoso sexual según sectores socioeconómicos o por ubicación en la estructura laboral? La percepción y opinión, ¿está afectada por experiencias propias o cercanas?
Se ha intentado averiguar si el acoso se transforma en un problema para las personas y para las relaciones laborales al interior de las empresas. Además de conocer las medidas que adoptan las empresas para prevenir, controlar y sancionar el acoso sexual y sus efectos. Se indagó en el entretejido cultural y valórico que sostiene el acoso sexual dentro de la cultura, explorando la percepción del colectivo sobre el acoso como problema y las estrategias para modificar la situación.
Se pretende que este estudio contribuya a la discusión del tema a nivel público y que sea útil para el debate legislativo. Desde allí surgirá el marco legal en el que se moverán los empresarios y las/los trabajadores en los próximos años.
Para la mayoría de los hombres, aunque no para todos, el acoso sexual es parte de las conductas que comienzan con el cortejo y continúan con la seducción y la conquista. Las conductas masculinas agresivas e irrespetuosas son una suerte de juego de seducción, un tira y afloja, que se interpreta como un falso rechazo de las mujeres a los deseos masculinos para estimular la conquista. El éxito de este juego de seducción son relaciones sexuales con la mujer escogida; no importa la aceptación explícita de ella.
En cambio, para las mujeres el acoso sexual se inscribe en el orden de conductas discriminatorias, del abuso de poder por parte de los hombres que alcanza hasta la violencia. Se inicia con el hostigamiento, las conductas equívocas o de difícil interpretación, el acoso velado. Su punto máximo es la violación.
Al reflexionar sobre estas diferencias se llega a los orígenes de tan distintas interpretaciones para una misma conducta: la socialización diferenciada para hombres y mujeres, reforzada permanentemente en las familias, las Instituciones de educación, los medios de comunicación, etcétera.
Diversas investigaciones plantean que una conducta de acoso varía según las sociedades y culturas. Los énfasis dados a esta aseveración por hombres y mujeres en este estudio son distintos. Los hombres hacen una lectura de las diferencias culturales que relativizan las conductas de acoso; hay una referencia a la “chispa latina” “propia de nuestro país, expresada en “el leseo, el chiste” o la expresión más efusiva de afecto, las caricias.
Estas particularidades culturales abren un terreno ambiguo que va desde la muestra de afecto paternal al acoso no explícito.
Es necesario, sin embargo hacer notar que los efectos perversos de esta confusión sólo pueden ocurrir en una relación desigual respecto del poder. La dificultad para hacer manifiesta la duda, está acompañada del temor a que una comprensión equivocada de la intención del gesto, tenga como consecuencia una desvalorización y un costo para quien rechaza la conducta. Las mujeres señalan la manipulación que se hace de ese terreno subjetivo, cultural y ambiguo que rodea las relaciones entre hombres y mujeres en Chile.
La naturalización de conductas masculinas constitutivas de acoso sexual, asimilándolas a comportamientos de “seducción” y “conquista” -incluso vinculado a la preservación de la especie- es un factor que estimula y favorece su ocurrencia y su justificación social.
Asimismo se naturaliza la sumisión de las mujeres a estas conductas y se ocultan los contenidos ideológicos de discriminación y abuso de poder que subyacen a estos comportamientos.
Esta naturalización facilita la culpabilización y autoculpabilización de las mujeres por sus supuestas conductas “provocadoras” del acoso, con los consiguientes daños a la autoestima y el aumento de su vulnerabilidad ante cualquier tipo de situación abusiva. La legislación vendría a quitar, en algún grado, esa culpabilidad de las mujeres, pues reconocería la falacia de la afirmación de la “naturalidad” del acoso sexual. Ubicaría al acoso en un contexto cultural y, por tanto, evitable, denunciable, sancionable y responsabilizaría formal y legalmente al acosador y no a la víctima.
Esta medida legislativa contribuiría a los esfuerzos del estado chileno, así como de sectores progresistas de la sociedad a garantizar igualdad de derechos y oportunidades a todas las personas.
Para que el debate sea beneficioso, el proyecto de ley debería ser revisado y ampliado a ámbitos no laborales (académicos, de relación cliente - proveedor/a, etcétera) e incluir el acoso entre pares.
Es conveniente asociar el acoso sexual directamente como un acto discriminatorio y mostrarlo en una escala de violencia hacia las personas, especialmente hacia las mujeres. Sacarlo del contexto que lo acerca a la seducción, al cortejo y ubicarlo en la escala de la discriminación que se manifiesta en violencia.
La siguiente e inmediata reflexión se refiere al método a seguir: la institucionalización a través de los instrumentos con que el estado cuenta (textos escolares, representatividad de hombres y mujeres, etcétera). Todo está descrito en el Plan de Igualdad de Oportunidades. El estado cuenta con medios para efectuar cambios que deben ser realizados por personas, quienes aún están traspasadas por las estructuras ideológicas que sustentan esos dos órdenes distintos en que viven el mismo fenómeno hombres y mujeres. Se requiere sensibilización y capacitación de los encargados/as de llevar adelante los cambios. Un cambio sólo es posible a través de una modificación de los contenidos afectivos, intelectuales, y de todo tipo, que entregan todas las instituciones de la sociedad, comenzando por la familia.
El estudio indagó en las percepciones, opiniones y experiencias, de distintos actores sociales, sobre el acoso sexual en el trabajo. A menudo, las opiniones son la cara visible de las percepciones. Es decir, las opiniones –en apariencia, racionales- se basan en las percepciones particulares de las personas, constituidas no sólo por la apreciación de los datos de la realidad, que sus sentidos e inteligencia les permiten, sino también, por su propia historia (Por sus creencias sobre el problema, por su forma de explicar la realidad y por las emociones que ésta le recrea o le provoca. Por la necesidad de encuadrar los nuevos datos en un esquema explicativo coincidente con su visión del mundo.
Existe una suerte de juego y dependencia permanente; una dinámica entre sociedad y cultura –por una parte- y vida interior -“psicología” de cada actor social, por otra-. Por estas razones el análisis que se presenta considera aspectos culturales, como las bases psicológicas, afectivas e íntimas que estos aspectos tienen.
Citación: Nuñez L, Salazar G. Sexual harassment at work. Medwave 2003 Mar;3(2):e2767 doi: 10.5867/medwave.2003.02.2767
Fecha de publicación: 1/3/2003
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