Enfermería
Medwave 2003 Sep;3(8):e2778 doi: 10.5867/medwave.2003.08.2778
Estrés en familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados
Stress in families of de-hospitalized mental patients
Ligia María Almeida , Maria Miriam Lima de Nóbrega
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Resumen

Investigación de carácter descriptivo desde el punto de vista cuantitativo, que fue creada con la finalidad de verificar los síntomas de estrés en familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados. Los sujetos del estudio fueron familiares de portadores de trastornos mentales asistidos en un Centro de Atención Psicosocial, en la ciudad de Recife-Pe, y de familiares que salieron de esta institución. La recogida de datos fue realizada en el período de febrero a mayo de 2002, utilizando un instrumento creado desde los síntomas físicos y psicológicos constantes en el Inventario de Síntomas del Estrés de Marilda Lipp’S. Los datos fueron analizados e interpretados desde la sumatoria de los síntomas físicos y psicológicos, y recibieron tratamientos estadísticos descriptivos utilizando el programa SPSS. Se verificó la presencia de síntomas de estrés en 63 (59,4%) de los familiares evaluados, destacándose las fases de resistencia y fatiga con 30- 31 familiares, respectivamente. Se concluye desde los resultados de la pesquisa, que cuidar a portadores de trastornos mentales deshospitalizados lleva los familiares a presentar señales de estrés quiénes deben ser identificados y tratados por las enfermeras de salud mental con el objetivo de ayudar los familiares a minimizar el estrés avenido del ejercicio del arte de lo cuidar.

Palabras claves: Estrés familiar, Deshospitalización, Asistencia de enfermería.


 
Introducción

El estrés es una situación de tensión delante de las demandas de la vida, que exige del individuo adaptación. En nuestro cotidiano, vivimos bajo cierta tonicidad y, a cada día, tenemos que hacer más tareas en menos tiempo. Este hecho puede tornar el individuo estresado en potencial, llevándolo a presentar o demostrar síntomas de estrés, que, a los ojos de las personas que están a su rededor, significa lo mismo que rotularse de incapaz.

El estrés viene siendo estudiado en diferentes campos del conocimiento, teniendo en vista el aumento asustador del número de morbi-mortalidad por enfermedades, en el cual el estrés es un factor desencadenante, como es el caso de las enfermedades cardiovasculares, cáncer, entre otras. Lipp y Malagris (1998, P. 32), mencionan que, en el mundo, el interés por el estrés fue activado en 1979, cuando el gobierno americano publicó un informe, en el cual afirmaba que el estrés excesivo es capaz de producir cambios psicológicos tan serios que tengan implicaciones para la salud mental y física del ser humano. Esta afirmativa confirió al estrés gran importancia para la salud pública, llevando a estudiosos a investigar sobre su tratamiento patológico.

Actualmente, el estrés no es considerado causa franca de enfermedad, pero por favorecer la caída de la resistencia orgánica, facilita su aparecimiento. De acuerdo con Azevedo (¿2001?), el estrés es responsable de 70,0% de las causas que llevan las personas al médico. Por este motivo, el mismo es considerado una cuestión socioeconómica y de salud pública grave, común en diverso países del mundo. Su coste social es elevado, siendo también responsable por la caída de la productividad, de la alta tasa de absentismo, y de accidente. De esta forma, se volvió un problema relevante a ser investigado, delante de la situación socioeconómica en que vive la población, pues creaba inseguridad, amenaza física y emocional a las personas.

El individuo, para manejar el estrés, necesita usar de algunos mecanismos de enfrentamiento que, en el porvenir, estando delante de la misma situación, o del mismo evento, sepa manejar los hechos, apocando así su grado de estrés y sus consecuencias. Para tal, el individuo necesita estar listo para el enfrentamiento del estrés. Esas estrategias de enfrentamiento del estrés no se perciben con relación a los familiares de pacientes portadores de trastornos mentales deshospitalizados.

El interés por la temática tiene respaldo en los cambios ocurridos, en las últimas décadas, en el ámbito nacional, en el campo de la Salud Mental y Psiquiatría, teniendo en vista a deshospitalización y la inclusión de la familia como cuidadora de los usuarios portadores de trastornos mentales, familia ésta que, en otros tiempos, era considerada como la principal fuente de exclusión y, actualmente, constituye un entremés fundamental para la recuperación de esos usuarios.

Esta nueva realidad en la que los familiares están insertos, podrá llevarlos a vivir una situación de estrés. Para que esa situación no se agrave, es necesario que se implante en los servicios sustitutivos de las internaciones psiquiátricas la sistematización de la asistencia de enfermería, vuelta a la problemática del familiar cuidador de pacientes portadores de trastornos mentales, justificando, así, la relevancia de este estudio que, en el porvenir, subvencionará la práctica cotidiana de las enfermeras en la promoción de la salud mental.

Este estudio tiene como objetivo verificar la incidencia de síntomas de estrés en familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados, identificando las fases del estrés.

Revisión de la literatura

Hace mucho tiempo, los portadores de trastornos mentales son excluidos de la sociedad por los familiares, como forma de negación de la enfermedad. El abandono en manicomio es (o era) una práctica común. Son dejados en estas instituciones hasta la muerte, negándoles, así, el derecho de tiene una vida útil junto a la comunidad. De esta forma, estos individuos, allende perder su identidad, pierden también los derechos constitucionales, el derecho de ser un ciudadano reconocido y respetado por los demás. La lucha, hoy, de los profesionales de salud, de la familia de usuarios de salud, y de parcela significativa de la sociedad, es por el restablecimiento de estos derechos.

El cambio de actitud no es fácil de ser alcanzada. Los enfermos mentales, en Brasil, así como sus familiares, están viviendo momento relevante de grandiosa transformación, donde se ha observado que esta alteración sola será posible cuando los gobernantes, los profesionales y la sociedad civil unan esfuerzos, cada uno desempeñando su papel, dando, así, su parte de contribución para auxiliar los excluidos, específicamente los portadores de trastornos mentales deshospitalizados a recobrar su espacio, que hay muy fue perdido.

En el pasado, el tratamiento a los enfermos mentales era hecho en institución asilándolos en un manicomio. Para Nunes (2002) las familias adhirieron la esta especie de terapéutica ineficaz, como forma de verse libres de una responsabilidad, un deber, un peso, o, hasta por miedo de se contaminaran. Hoy, el gobierno federal está transfiriendo esta responsabilidad para la familia, con el apoyo de programas. Los familiares, que antes no se involucraban con los problemas de los enfermos mentales, ahora son llamados a participar del proceso terapéutico y de su inserción en la sociedad.

Fraiman (1997, P. 80) afirma que: ”cualquier tentativa de tratar el individuo aisladamente de su familia está por demás, pues los principales pasos en la promoción y prevención de la salud mental y su tratamiento deben ser planeados adentro del contexto familiar”. Mientras, se puede percibir qué las familias no están listas para manejar esta nueva ocurrencia, y no tienen un soporte adecuado de las instituciones que deshospitalizam. El problema reside en la no-absorción por las instituciones de la demanda de la deshospitalización, transfiriendo esa responsabilidad para los familiares, hasta entonces desprevenidos.

Delante de este escenario, los profesionales de la salud toman, cada día que pasa, conciencia de la importancia de la instancia de la familia para mejorar y restablecer el enfermo mental delante de la sociedad. Esa preocupación, todavía, no es práctica reciente.

De acuerdo con Whall y Fawcett (1991), Florence Nightingale, en el medio del siglo XIX, ya se preocupaba por la asistencia a las familias portadoras de enfermos mentales. El trabajo tomó empuje con los familiares de los soldados en guerra, aunque este trabajo tuviese inicio de manera empírica. Las autoras aún aseveran que Nightingale sensibilizó las enfermeras para ver que miembros de la familia merecían atención especial por parte de la Enfermería.

Se identifica, hasta hoy, en la literatura, esta preocupación. Mientras, en el período de 1890 a 1930, no fue evidenciado ningún desarrollo de teoría de la familia, que pudiese auxiliar en el tratamiento de esta. Apenas, enfatizaban los resultados de los trabajos de Nightingale, con relación a la atención de enfermería con los familiares (Whall; Fawcett, 1991)

Según las referidas autoras, desde 1930 hasta el final del siglo XX, allende la familia ser mantenida en el foco de estudio en la Enfermería con relación a la salud mental, surgió la necesidad de utilizarse la categoría familia como unidad de análisis. En este sentido, varias pesquisas abordando lo tema familia fueron crecidas, utilizando, en este proceso, las teorías que contemplan lo tema como las de King, Neumam y otras.

Para Esperidião (2001), es acuerdo, actualmente, que cuando la familia es apoyada y orientada, tiene condiciones de compartir sus problemas, y puede ser percibida cómo la estructura existente para a deshospitalización y reinserción social del portador de trastorno mental. Esta afirmación refuerza la idea de la necesidad de la familia ser lista y apoyada por los profesionales de la salud, con vistas a su convivencia con el portador de trastorno mental.

Estrés, hoy, es una palabra que viene siendo utilizada como sinónimo de presión, tensión, nerviosismo, mal del siglo, enfermedad del 3º milenio, desgaste, depresión, epidemia global, y hasta de síndrome. Sin embargo, él no significa enfermedad, apenas dispone el organismo para manejar eventos estresantes.

Para Potter y Perry (1999), el estrés es un fenómeno que afecta todas las dimensiones de la vida de la persona. Para las referidas autoras, fue Claude Bernard, en 1867, el primero fisióloga a reconocer las consecuencias del estrés. Después, en 1920, Walter Cannon investigó las respuestas fisiológicas al estímulo emocional y enfatizó las funciones adaptativas de la reacción de lucha o fuga, observando que estas respuestas eran el resultado del estado emocional sobre el cuerpo, y que las respuestas subsiguientes eran adaptativas y fisiológicas.

Pinheiro y Estarque (2001, p.1) afirman que: el término fue usado inicialmente en la física para traducir el grado de deformidad sufrido por material cuando sometido a un esfuerzo o tensión. Su inserción en la área de salud ocurrió en la década de 1920, por Hans Selye, que lo caracterizó como un esfuerzo de adaptación del organismo para enfrentar situaciones que considere amenazadora su vida y su equilibrio interno.

Los orígenes y los efectos del estrés pueden ser examinados en tenemos de modelos teóricos clínicos y comportamiento (Potter; Perry, 1999). Según Smeltzer y Bare (1998), tres abordajes teóricos, procedentes de las disciplinas Fisiología, Psicología y Sociología, han sido usados para definir el estrés en las pesquisas de enfermería. Esos abordajes incluyen el estrés como una respuesta fisiológica, estrés como un estímulo, y el estrés como una transacción.

En el abordaje basado en la respuesta, la teoría predominante es a de Hans Selye, publicada en 1956, donde define el estrés como una respuesta inespecífica del cuerpo a cualquier demanda, independientemente de su naturaleza. Selye designó esta reacción general del cuerpo al estrés como síndrome general de la adaptación (Potter; Perry, 1999, Smeltzer; Bare,1998).

El segundo abordaje define el estrés como un estímulo, o a causa de la respuesta, visto como externo al individuo. En este abordaje psicossocial, desarrollada por Holmes y Rahe, los eventos de la vida son medidos como posibles causadores de enfermedad. El estrés es considerado como un factor predisponerte o precipitante que aumenta la vulnerabilidad del individuo a las enfermedades (Smeltzer; Bare, 1998). Según Townsend (2002), ese concepto de estrés recibió críticas, por no llevar en consideración la percepción personal del evento por el individuo, su potencial de ajuste y los sistemas de apoyo disponibles por ocasión del cambio en la vida.

El tercer abordaje define el estrés como una transacción, enfatizando la relación entre el individuo y el ambiente. El modelo transacional más frecuentemente citado es lo de Lazarus y Folkman, que define el estrés como una relación particular entre la persona y el ambiente, que es evaluado como desgastador de sus recursos y que pone en riesgo su bienestar (Smeltzer; Bare,1998, Townsend, 2002).

La Enfermería utiliza los modelos de estrés para ayudar el cliente a manejar las respuestas insanas e improductivas a los estressores. Según Smeltzer y Bare (1998), con modificaciones, estos modelos pueden ayudar la enfermera a atender en el cuidado, de una forma individualizada. Para Townsend (2002), las enfermeras están en una posición singular para ayudar los individuos a identificar estrategias de ajuste al estrés, pudiendo utilizar cualquiera una de los tres abordajes presentados. En este estudio, el abordaje qué será utilizada es a qué incluye el estrés cómo una respuesta fisiológica, o sea, tiene cómo base los estudios de Selye, y los trabajos crecidos con esos abordajes, cómo los de Lipp (¿1996); Azevedo ([2001 ? ]); Pinheiro y Estarque ([¿2001?]); Cassano Junior (¿1998); Louback ([2001? ] ); Francia y Rodrigues (1996), entre otros.

La exposición al estrés resulta en respuestas adaptativas fisiológicas y psicológicas. Las fisiológicas se presentan en tres fases diferentes (LIPP, 1996; Azevedo, [¿2001?]; Pinheiro y Estarque, (¿2001?); Potter y Perry, 1999; Louback, (¿2001?). La primera fase se denomina de alerta o alarma, la segunda fase de resistencia y la tercera fase de fatiga. Estas fases fueron denominadas por Selye, conforme Lipp (1996), como Síndrome de la Adaptación General (SGA), y es resultante de la exposición a un o más agentes estressores.

Es raro el diagnóstico del estrés ser realizado y tratado; generalmente, sus síntomas son confundidos con síntomas de otras enfermedades, o le es conferida una denominación proveniente del imaginario del individuo. Por ser tan común la utilización del término estrés en nuestra sociedad, las personas no se dan cuenta de la gravedad que este síndrome representa, no valoran sus síntomas de alerta o emergencia, y el organismo, después de sufrir varias agresiones, ya no puede más si restablecer y llega a la fase de fatiga. Cuando esta fase se concreta, la salud está bastante comprometida, necesitando el individuo de tratamiento sistematizado.

En la Enfermería, los síntomas de estrés pueden y deben ser identificados por la enfermera, que, utilizando el proceso de raciocinio clínico, puede llegar al diagnóstico de enfermería que es definido como siendo:

El juicio clínico de las respuestas del individuo, de la familia o de la comunidad a problemas de salud / procesos vitales reales o potenciales. Un diagnóstico de enfermería proporciona la base para la selección de las intervenciones de enfermería para alcanzar resultados por los cuales la enfermera es responsable (NANDA, 2002, p.271).

La enfermera necesita, para tratar el estrés o cualquiera otro problema de enfermería, identificar los datos, agruparlos y denominar los diagnósticos de enfermería, para, desde entonces, tener condiciones de plantear el plan de cuidado de su cliente. Este conjunto de actividades es denominado, en la literatura de la área, de proceso de enfermería. Para Towsend (2002), ese proceso es considerado como un modelo sistemático de la asistencia prestada a los usuarios, siendo un medio que la enfermera dispone para poder si firma como profesional y modificar el milenar concepto de dependencia, pasando a caminar junto a los demás profesionales de salud, como también para auxiliar los clientes en la resolución de problemas. Este proceso es continuado y creciendo en seis etapas, ocurriendo cuando la enfermera evalúa, diagnostica, identifica los resultados, planea, implementa las acciones y evoluciona para la asistencia prestada.

Trayecto metodológico

Se trata de una pesquisa que fue creciendo con la finalidad de verificar los síntomas de estrés en familiares de portadores de trastornos mentales.

El estudio fue realizado en el Centro de Atención Psicossocial (CAPS), un servicio público sustitutivo de las internaciones psiquiátricas localizado en la ciudad de Recife – Pe e inaugurado en 1998, contando, a la época de la recogida de datos, con 13 trabajadores de la área de salud.

Los sujetos del estudio son familiares de portadores de trastornos mentales asistidos en el CAPS, y de familiares de portadores de trastornos mentales que salieron de este servicio, que atendieron a los siguientes criterios de selección:

  1. ser de ambos los sexos,
  2. ser mayor de 18 años,
  3. residir en la región metropolitana de Recife
  4. ser encontrado en las respectivas direcciones, por ocasión de las visitas domiciliar,
  5. aceptar participar de la pesquisa y
  6. firmar el término de consentimiento libre y esclarecido, observando la Resolución 196/96 del Ministerio de la Salud que reglamenta la pesquisa involucrando seres humanos (Brasil-MS, 1996).

Fueron considerados, en este estudio, como familiares los individuos responsables por el usuario o ex usuario del CAPS. En febrero de 2002, cuando se dio el inicio de esta pesquisa, eran registrados en el CAPS 211 usuarios portadores de trastornos mentales, que fueron utilizados como población del estudio. De éstos, 105 fueron excluidos de la muestra por no atender a los criterios de selección preestablecidos.

De esta forma, constituyeron la muestra del estudio 106 familiares, integrantes de los siguientes grupos:

  • Grupos de familiares, desarrollados martes por la tarde y en los viernes por la mañana;
  • Unidad doméstica, actividad desarrollada con los familiares y el usuario, de lunes a viernes;
  • Reunión conjunta de egreso (familiares y el usuario), que acontecieron todos los últimos miércoles de cada mes;
  • Ambulatorio de egreso, realizado martes y jueves por la mañana; y
  • Familiares de usuarios y de ex usuarios del CAPS, que fueron contactados a través de visita domiciliar realizada por la autora de este estudio.

Para recogida de datos, fue utilizado un instrumento elaborado en la forma de un cuestionario, conteniendo dos partes:

  1. características socio-demográficas de los sujetos,
  2. la relación de síntomas presentada en el Inventario de Síntomas del Estrés – ISS, elaborado por Lipp (1998) y validado por Lipp y Guevara (1994).

La recogida de datos fue iniciada después de la aprobación del proyecto de pesquisa por el Comité de Ética y Pesquisa, del Centro de Ciencias de la Salud de la UFPB, y de la autorización de la Institución para realizar la pesquisa. La recogida de datos fue realizada en el período de febrero a mayo de 2002, los %el martes, el miércoles, el jueves y viernes, en el CAPS, y en visitas domiciliar con ex usuarios del CAPS, los %el lunes y el sábado. Los familiares recibieron el instrumento y fueron datas las debidas explicaciones sobre los objetivos de la pesquisa, aclaradas cualesquiera dudas con relación al estudio y al instrumento a ser aplicado, y pedida a la firma del término de consentimiento libre y esclarecido. En el caso del familiar ser analfabeto, la pesquisidora leyó y explicó todo el instrumento y, después aposição de la conmoción digital en el término de consentimiento libre y esclarecido, leyó las cuestiones y fijó con X las respuestas datas.

Después de la recolección, los datos fueron analizados e interpretados, desde los sumatorios de los síntomas físicos y psicológicos, y recibieron tratamientos estadísticos descriptivos, utilizando el programa SPSS (Statistical Package sea Social Sciences). Los resultados están presentados en cuadros y tablas, seguidos de análisis y discusión.

Análisis y Discusión

Características socia-demográficas de los familiares del estudio
En el análisis de las características socio-demográficas de los familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados, fueron consideradas las variables: sexo, edad, grado de instrucción, renta familiar, localización de los familiares de los usuarios, número de usuarios bajo los atenciones del familiar, tiempo de cuidado con el usuario, grado de parentesco del usuario, y número de internamientos del usuario.

Considerando la variable sexo, se identificó que 17 (16,0%) familiares son del sexo masculino y 89 (84,0%) del sexo femenino, mostrando una predominancia de mujeres, en lo cuidar de esta muestra, lo que confirma Fonseca (1996, P. 64-65), cuando afirma ...ser lo cuidar trabajo de mujer, conjugado en el femenino y se muestra como práctica social sexuada, dotada de calidades propias a la naturaleza femenina ...

Con relación a la edad se observa que el grupo etário de 51 y más años es a que presenta un mayor número de familiares 51 (48,1%), seguida de las grupo etário de 31 a 50 años con 38 (35,9%), y 18 a 30 años con 17 (16%). Esos datos demuestran que los responsables por la asistencia prestada, en nivel extra-hospitalario, a los pacientes deshospitalizados están, en su mayoría, en la grupo etário de 51 años a más. Corroboran esos datos los hallazgos de Nacarato (1996), en su pesquisa sobre estrés en el de edad, donde identificó 41,6% de los de edad con síntomas de estrés. Se puede observar también nos dados del estudio, que, de un modo general, el porcentual apoca en una grupo etário en el que los individuos son más productivos, o sea, de los 18 a los 30 años.

En lo que dice respeto al grado de instrucción de los familiares investigados, se evidencia que la predominancia es de la Enseñanza fundamental incompleta, con 41 (38,6%), seguido de la Enseñanza media completa con 19 (17,9%), de la Enseñanza fundamental completa con 18 (17,0%), y de Analfabetos con 16 (15,1%). El resultado evidencia que la mayoría de los familiares (70,7%) presentan el nivel de instrucción variando de analfabetos a la enseñanza fundamental completa.

Con relación a la renta familiar se observa que 47 (44,3%) de los familiares ganan entre 2 a 3 salarios mínimos, seguido de 27 (25,5%) con 1 salario mínimo, 19 (17,9%) de 4 a 6 salarios mínimos, 12 (11,3%) de 7 o más salarios mínimos y apenas 1 (0,9%) no posee renta familiar. Merece ser evidenciado que, durante la entrevista, tuvimos la información de que una grande parcela de esta renta familiar es proveniente de los rendimientos de los propios usuarios portadores de trastornos mentales deshospitalizados, quiénes la familia administra.

En lo que dice respeto a la localización de los familiares, se observa que 67 (63,3%) son familiares de ex usuarios del CAPS, y que 39 (36,9%) son familiares de usuarios del CAPS, o sea, 16(15,1%) hacen parte del grupo de familia, 15(14,2%) del ambulatorio de egreso, 6 (5,7%) de la reunión conjunta de egreso y 2 (1,9%) de la unidad doméstica. Esos datos revelan que la institución, aún hoy, no-compuerta todos los usuarios deshospitalizados, corroborando la afirmación de Jorge y Francia (2001), de que, en Brasil, aún no contamos con la asistencia extra-hospitalaria en número y calidad suficientes para acoger todos los usuarios portadores de trastornos mentales desospitalizados, lo que puede llevar a la falta de asistencia a esos usuarios.

De un modo general, notase que el número de usuarios portadores de trastornos mentales deshospitalizados bajo las atenciones de los familiares predominan 1 para cada familiar (90,6%), pero los datos revelan que 10 familiares (9,4%) cuidan a más de un individuo deshospitalizado, qué se cree pueda aportar para aumentar el nivel de estrés en los familiares.

En lo que tañe al variable tiempo de cuidado, los datos revelan que 58 (54,7%) de los familiares cuidan a su familiar hace más de 5 años, seguido de 44 (41,5%) familiares que cuidan a 1 a 5 años. Aparecen con menor frecuencia los familiares que cuidan hace menos de 1 año, con 4 (3,8%).

Se puede inferir, con base de datos, que parece ser el familiar el responsable para prestar asistencia por un largo período de tiempo a los usuarios portadores de trastornos mentales deshospitalizados, sin al menos ser listos para tal, abdicando muchas veces de su propia vida personal, en favor de su pariente. Esta atribución le fue dada sin que los mismos pudiesen opinar, sin verificar su capacidad para asumir esta responsabilidad que antes era, exclusivamente, institucional.

En cuanto al grado de parentesco, el mayor porcentual de la muestra investigada revela ser a progenitora, 55 (51,9%), quien cuide de la mayoría de los usuarios portadores de trastornos mentales deshospitalizados, como responsable franca por la asistencia. Este resultado refleja que, quien tenga la capacidad de generar, también tiene la capacidad, muchas veces, el deber, de cuidar. Neri y Carvalho (2002, p.779) corroboran esta afirmativa cuando resaltan que es la mujer a cuidadora principal en la familia. Sin embargo, se observa, en el estudio, que el cuidado también es prestado por hermanos con 19 (17,9%), hijos con 12 (11,8%), cónyuge con 8 (7,5%), otros parientes con 7(6,6%), abuelas con 3 (2,8%) y amigos con 2 (1,9%). De una manera general, notase que los usuarios están, principalmente, bajo las atenciones de los familiares, siendo éstos el punto llave para a tan deseada reinserción social de los deshospitalizados.

Con relación a la ocupación de los familiares, los datos revelan que, en su mayoría, son del lar con 44 (41,5%), seguidos de autónomos con 18 (17%), jubilados con 10 (9,4%), pensionistas con 8 (7,5%), desempleados con 5 (4,7%), y otras ocupaciones (estudiante, digitador, militar, recepcionista, agente administrativo, vigilante, camarero, cocinera, sub-contadora, contabilista, maestro y sociólogo) con 21(19,9%). Parece en esos datos que las mujeres – progenitora, del hogar, cocinera, recepcionista, pensionistas – son las responsables francas por la asistencia a los usuarios portadores de trastornos mentales.

Con relación a lo número de internamientos, se observa que los mismos varían de 1 a más de 10 internamientos, siendo que el mayor índice para el intervalo de 1 a 5 internaciones con 70 (66,6%), seguidos de 6 a 10 internaciones con 17 (16%) y 11 internaciones y más con 19 (17,9%). Notase, en la muestra, que la frecuencia de reinternaciones es alta. Pero, por otro lado, se observa que, desde el 6º internamiento, ese número apoca, lo que puede ser inferido del hecho de tanto el usuario como la familia estén más diestras y, consecuentemente, el número de internaciones del egreso decrece, lo que significa un punto positivo en la asistencia prestada en la institución CAPS, tanto en el cuidado con los usuarios, como en la orientación de los familiares.

Identificación de síntomas de estrés en los familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados

Se observa en la Tabla 1 que 63 (59,4%) de los familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados presentan síntomas de estrés, identificados desde la sumatoria de síntomas físicos y psicológicos marcados por los familiares, y que 43 (40,6%) de los familiares no presentan síntomas de estrés.

Tabla 1. Descripción de la incidencia de síntomas de estrés en los familiares de usuarios portadores de trastornos mentales. Recife, 2002.

De acuerdo con la cantidad de síntomas marcados en cada una de las subdivisiones de la segunda parte del instrumento, es posible identificar en que fase del estrés la persona se encuentra. Para Lipp y Guevara (1994), la fase de alerta es a de contacto con la fuente del estrés, con sus sensaciones típicas, en la cual el organismo pierde su equilibrio y se adorna para enfrentar la situación establecida, en función de su adaptación. El criterio de inclusión, en esta fase, es determinado por las autoras como la presencia de seis o más de los síntomas físicos y psicológicos marcados por la persona, como vividos en las últimas 24 horas.

En la fase de resistencia, el organismo busca el retorno al equilibrio. En esta fase, las personas presentarse destruidas, con olvido, cansadas y dudosas, pudiendo ocurrir la adaptación o eliminación de los agentes estresantes y, consecuentemente, el reequilibrio y armonía o evolucionar para la próxima fase, en consecuencia de la no-adaptación y o eliminación de la fuente del estrés. Según Lipp y Guevara (1994), el criterio de inclusión de la persona en esta fase es la presencia de cuatro o más de los síntomas físicos y psicológicos marcados como vividos en la última semana.

En la fase de fatiga, conocida como fase crítica y peligrosa, ocurre en la persona una especie de retorno a la primera fase, sin embargo agravada y con comprometimientos físicos en forma de enfermedades; por este motivo, es común las personas, en esta fase, también marquen los síntomas físicos y psicológicos de la fase de alerta. Según Lipp y Guevara (1994), el criterio de inclusión en esta fase es la presencia de nueve o más de los síntomas físicos y psicológicos marcados como vividos en el último mes en el inventario de síntomas del estrés.

En este estudio, según puede ser observado en la Figura 1, de los 63 (59,4%) familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados que presentaron síntomas de estrés 2 (3,2%) fueron clasificados como estando en la fase de alerta, 30 (47,6%) en la fase de resistencia y 31 (49,2%) en la fase de fatiga.

Figura 1. Fases del estrés identificadas en los familiares de portadores de trastornos mentales. Recife, 2002.

Para Scazufca (2000), el impacto que personas con trastornos mentales causan en sus familias y en personas próximas ha sido reconocido hace más de 40 años, y en este período, se desarrollaron diverso estudios demostrando que la vida de los familiares es mucho por la presencia de un pariente con trastorno mental. Este hecho es agravado en virtud de los familiares no recibir soporte adecuado para manejar la situación. Según la referida autora, las dificultades del paciente en ejecutar actividades de la vida diaria, los síntomas relacionados a la enfermedad mental, y los comportamientos difíciles pueden causar problemas en la casa y estrés en los familiares, y, por eso, han sido apuntados como generadores del sentimiento de recargo en los cuidadores.

La fase de alerta es aquélla en que el individuo si adorna para lucha o fuga, iniciada cuando el individuo entra en contrato con un o más agentes estressores. Los síntomas característicos de esta fase según Potter y Perry (1999) son: aumento de la frecuencia cardiaca, aumento del flujo sanguíneo para los músculos, y aumento del consumo de oxígeno y mayor atención mental. En el estudio los síntomas fisiológicos de mayor incidencia experimentado por los familiares fueron insomnio y tensión muscular, experimentado por los 02 familiares identificados en la fase de alerta. Ya el síntoma psicológico de mayor incidencia fue voluntad súbita de iniciar nuevos proyectos, experimentado por los 02 familiares identificados en la fase de alerta. Estos síntomas son característicos para quien ésta enfrentando una fase de cambio como es el caso de los familiares que desde cuando se empezó a pensar en deshospitalizar fueron invitados a tomar enfrente del tratamiento de sus familiares.

La fase de resistencia es aquélla en que el individuo utiliza su energía para se adapta la carga recibida. Potter y Perry (1999) afirman que en esta fase el cuerpo se establece y el individuo podrá regresar al normal o desarrollar síntomas más graves. Los síntomas físicos de mayor frecuencia experimentado por los familiares fueron: problemas con la memoria, experimentado en la última semana por 22 de los familiares de usuarios portadores de trastornos mentales deshospitalizados, seguido de sensación de desgaste físico constante experimentado por 20 de los familiares. En cuanto a los síntomas psicológicos, se observa que los más frecuentes fueron: pensar constantemente en un solo asunto, experimentado por 18 de los familiares, sensibilidad emotiva excesiva, experimentado por 16 de los familiares e irritabilidad excesiva, experimentado por 15 familiares.

La fase de fatiga es aquélla en que el individuo ya utilizó toda su energía para adaptarse la carga recibida, pero no logró éxito llegado presentar enfermedad grave y ser un candidato a óbito. Los síntomas físicos más frecuentes experimentado por los familiares fueron: insomnio en 23 de los familiares y exceso de gases en 18 de los familiares. Ya los síntomas psicológicos más frecuentes fueron: voluntad de fugarse de todo y apatía, depresión o ira prolongada en 27 de los familiares, respectivamente, seguido de congoja, ansiedad, miedo diariamente en 26 de los familiares, pérdida del sentido de humor en 22 de los familiares, pensar y hablar constantemente en un solo asunto en 21 de los familiares, hipersensibilidad emotiva en 20 de los familiares, sensación de incompetencia en todas las áreas e irritabilidad frecuente sin causa aparente en 18 de los familiares, respectivamente.

Consideraciones finales

Se inició esta investigación sobre el estrés en familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados partiendo del presupuesto de que el estrés pudiese interferir en el proceso de lo cuidar, comprometiendo la asistencia prestada y la calidad de vida del cuidador y del cuidado (asistido).

Los resultados del estudio permitieron que fuese hecha un análisis sobre la incidencia del estrés en los familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados, identificando las fases de estrés en el que ellos se encontraban.

Considerando los resultados logrados, verificados, con relación a los hallazgos socio-demográficos, que los familiares presentaron predominancia del sexo femenino, en la grupo etáreo de 61 años y más, con grado de instrucción fundamental incompleto, con renta familiar variando entre 2 a 3 salarios mínimos, con situación de los familiares y de los ex familiares, con número de atenciones de un usuario por familiar, con grado de parentesco el progenitor, con número de internaciones variando de una a cinco.

Se verifico la presencia de síntomas de estrés en 63 (59,4%) de los familiares evaluados, destacándose las fases de resistencia y fatiga con 30 31 familiares, respectivamente.

Se concluye desde los resultados de la pesquisa, que cuidar a portadores de trastornos mentales deshospitalizados lleva los familiares a presentar señales de estrés quiénes deben ser identificados y tratados por las enfermeras de salud mental con el objetivo de ayudar los familiares a minimizar el estrés avenido del ejercicio del arte de lo cuidar.

Este trabajo extraído de Disertación de Maestría, desarrollada y aprobada en el Curso de Maestría en Enfermería del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Federal de Paraíba.

Bibliografía recomendada

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Investigación de carácter descriptivo desde el punto de vista cuantitativo, que fue creada con la finalidad de verificar los síntomas de estrés en familiares de portadores de trastornos mentales deshospitalizados. Los sujetos del estudio fueron familiares de portadores de trastornos mentales asistidos en un Centro de Atención Psicosocial, en la ciudad de Recife-Pe, y de familiares que salieron de esta institución. La recogida de datos fue realizada en el período de febrero a mayo de 2002, utilizando un instrumento creado desde los síntomas físicos y psicológicos constantes en el Inventario de Síntomas del Estrés de Marilda Lipp’S. Los datos fueron analizados e interpretados desde la sumatoria de los síntomas físicos y psicológicos, y recibieron tratamientos estadísticos descriptivos utilizando el programa SPSS. Se verificó la presencia de síntomas de estrés en 63 (59,4%) de los familiares evaluados, destacándose las fases de resistencia y fatiga con 30- 31 familiares, respectivamente. Se concluye desde los resultados de la pesquisa, que cuidar a portadores de trastornos mentales deshospitalizados lleva los familiares a presentar señales de estrés quiénes deben ser identificados y tratados por las enfermeras de salud mental con el objetivo de ayudar los familiares a minimizar el estrés avenido del ejercicio del arte de lo cuidar.

Palabras claves: Estrés familiar, Deshospitalización, Asistencia de enfermería.

Autores: Ligia María Almeida [1], Maria Miriam Lima de Nóbrega [2]

Filiación:
[1] Universidade Federal de Pernambuco, Recife, Brasil
[2] Universidade Federal da Paraíba, Joao Pessoa, Brasil

Citación: Almeida LM, Lima MM. Stress in families of de-hospitalized mental patients. Medwave 2003 Sep;3(8):e2778 doi: 10.5867/medwave.2003.08.2778

Fecha de publicación: 1/9/2003

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