La buena relación entre el personal quirúrgico y el paciente debe cultivarse desde el primer momento. Una relación óptima también va a favorecer, entre otras cosas, la relación médico-paciente, disminuyendo el número de demandas en contra de las instituciones y las personas por los problemas que se pudieran suscitar, involuntariamente, durante el acto quirúrgico.
Un paciente descontento, que se siente atropellado cuando llega a pabellón, es un problema en potencia, pudiendo agravar muchos inconvenientes involuntarios. Ese paciente, con seguridad, va a buscar algún argumento para demandar al equipo quirúrgico, involucrando a todos sus integrantes. Una buena relación personal-paciente disminuirá, sin duda, la probabilidad de que se presente ese tipo de agresión.
Una técnica de preparación, que irá en directo beneficio del usuario, es enseñarle al paciente los ejercicios, tanto activos como pasivos, junto con enseñar también ejercicios respiratorios, sobre todo en las grandes cirugías.
En aquellas cirugías en las que sabemos que el paciente va estar hospitalizado sólo un día y que pronto se irá de alta, esto se podría pasar por alto, pero en los pacientes de grandes cirugías, que van a estar varios días hospitalizados y sin moverse, en los que es indispensable evitar las atelectasias pulmonares y las estasias venosas, resulta muy importante y útil enseñarle y pedirle al paciente que practique este tipo de ejercicios.
Otra buena medida es la de informar al paciente acerca de las actividades postoperatorias, es decir, sobre la rutina que seguirá después de su intervención; por ejemplo, decirle: “Usted estará en las siguientes condiciones, lo controlaremos cada tantos minutos”, etc.
También es bueno instruir al paciente sobre el uso de la Escala Visual Análoga, EVA, muy popular en estos tiempos, porque una de sus funciones, junto con la anestesia, es continuar con el seguimiento del dolor durante todo el postoperatorio.
Los pacientes no tienen por qué sentir dolor por haber sido operados. Es muy común escucharlos quejarse de dolor y recibir como respuesta, “pues claro, si usted fue operado, qué esperaba”. Sin embargp, no porque el paciente haya sido intervenido tiene que tener dolor; por ello resulta útil enseñarle, antes de la operación, esta escala de dolor análoga, que va de 0 a 10, de modo que el paciente pueda expresar lo más objetivamente el dolor, para que se puedan dosificar los analgésicos en relación a esta escala.
Es básico que esto se enseñe en el preoperatorio, porque cuando se aplica en el postoperatorio, muchos pacientes desvirtúan los valores, perdiéndose la objetividad tan necesaria para eliminar efectivamente las molestias. Es muy importante tener este punto en mente.
Otro punto importante es facilitar el descanso. En la medida en que se logre una relación de confianza, explicándole al paciente dónde está, cuáles son los procedimientos, dónde puede conseguir las cosas, etc., se logrará un mejor descanso, y si lo ayudamos con un fármaco, mejor aún.
Cualquiera de nosotros que sea sometido a algo que no conoce, va a tratar de saber en qué consiste. Por ello, es esencial desarrollar la relación de confianza médico-paciente. En los hospitales públicos esto es muy difícil, porque a veces el médico que opera no ha visto nunca al paciente antes, solamente se entera de la historia clínica, que ha sido realizada por otra parte del equipo, y entra a operarlo.
Otra pregunta clave es acerca del modo en que se va a efectuar el procedimiento, qué técnica se aplicará. En muchas cirugías, sabemos que se hacen de determinada forma y que se aplica un determinado tipo de anestesia; con esta información podemos orientar al paciente a grandes rasgos, sin entrar en detalles, con el fin de tranquilizarlo y satisfacer su necesidades de saber lo que va a pasar con él.
Lo fundamental es responder a la pregunta del paciente: “¿Cómo voy a quedar?”, que en las mujeres suele apuntar al resultado estético. Es fundamental explicarles el tipo de cicatriz que va a quedar, no en detalle, pero a grandes rasgos, ya que es un factor importante para la autoestima. Se le puede explicar si los parches serán grandes, si podrá salir a la calle, si se podrá bañar o no, cuántos días tendrá que permanecer hospitalizada, etc.
En los pacientes hombres este aspecto no es muy relevante; en ellos parece importar más el tema de la licencia médica, pero en las mujeres que tienen hijos y otras preocupaciones hogareñas, este aspecto es muy importante desde el punto de vista emocional; por lo tanto, si podemos tranquilizar y orientar al paciente al respecto, le será muy útil y beneficioso.
El dar al paciente una indicación aproximada de lo que sucederá con él y de los tiempos de recuperación, suele ser muy importante para ellos, ya que sin dicha información se complican y no logran la tranquilidad necesaria para una buena recuperación. Esto es especialmente importante en el área pública, donde los pacientes suelen llegar muy desorientados, tanto sobre los métodos con los que será intervenido como sobre el tratamiento, etc., lo que en el área privada, dado el contacto más próximo entre el médico y el paciente, no es tan común.
El enfoque descrito está más dirigido a la salud pública, pero es útil para tener una vista más global de nuestro objetivo preoperatorio, que es lograr que el paciente llegue lo más tranquilo posible al pabellón. Si logramos eliminar las inquietudes del paciente, podemos darnos por satisfechos.
Para concluir, nunca tenemos que olvidar que nuestra labor principal es estar siempre a disposición del paciente, ya que eso facilita la labor de todos.
Citación: Villalobos G. Ward preparation of the surgical patient (Part I). Medwave 2004 Ago;4(7):e2674 doi: 10.5867/medwave.2004.07.2674
Fecha de publicación: 1/8/2004
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