Este texto completo es la transcripción editada de una conferencia dictada en el marco de la I Jornada Internacional de Enfermería Gerontológica y Geriátrica de la V región, organizada por el Colegio de Enfermeras de Chile, y realizada en Valparaíso el 3 y 4 de noviembre de 2006.
Introducción
Los datos que se presentan a continuación son parte de los resultados de un estudio auspiciado por una beca FIS (02/1585) del Ministerio de Sanidad de España. El objetivo principal de este estudio fue evaluar la eficacia de la intervención domiciliaria en pacientes que presentaron ictus, comparando la intervención de un grupo de enfermeras que se preparó para aplicar un plan de cuidados estandarizado y la intervención de un grupo control, que realizó su práctica habitual.
Se reclutaron 90 casos, 56 (62,2%) para el grupo de intervención y 34 (37,8%) para el grupo control. Ingresaron al estudio pacientes procedentes de todos los hospitales públicos de la isla de Mallorca, de un centro sociosanitario y de la red de atención primaria, que los captaba en los centros de salud. Según la zona de residencia del paciente y en forma aleatoria, se destinaron a grupo de intervención o a grupo control. En el grupo de intervención se aplicó un plan de cuidados estandarizado, elaborado con base en revisión bibliográfica y experiencia clínica; en el grupo control se realizó la práctica habitual del centro de salud respectivo. Entre ambos grupos no había diferencias en cuanto a género, edad, situación laboral, factores previos y calidad de vida. El diagnóstico principal fue ictus de origen isquémico, que en sólo 5,6% de los casos eran de causa hemorrágica.
En el grupo de intervención se realizó una evaluación inicial en el domicilio del paciente, a cargo de la enfermera, después de 24 a 48 horas del alta hospitalaria. La evaluación se realizó según el modelo de necesidades de Virginia Henderson, adaptado por dos profesoras de Barcelona. Posterior a la primera evaluación se realizó seguimiento a los 3, 6 y 12 meses. En el grupo control también se realizó seguimiento, según la práctica habitual, con los registros establecidos por el centro asistencial. La evaluación se realizó según las necesidades de los pacientes, pero también se evaluó su estado mental a través de instrumentos validados, como la escala Pfeiffer; la evaluación del estado mental demostró deterioro intelectual moderado al alta del centro hospitalario, tanto en el grupo de intervención como en el grupo control. La depresión, considerada leve, tuvo mayor prevalencia en el grupo control al año del accidente cerebrovascular. La medición de los niveles de dependencia y la actividad funcional al alta hospitalaria, según las actividades de la vida diaria, se efectuó mediante tres escalas: de Rankin, de Barthel y de Lawton-Brody; se reevaluó con las mismas escalas a los 12 meses. Los niveles de dependencia mejoraron a los 12 meses en ambos grupos, respecto del nivel basal.
Formulación de diagnósticos
Después de la evaluación la enfermera formuló dos tipos de diagnóstico de enfermería, según el modelo de Virginia Henderson: de autonomía y de independencia.
Se formulaba un diagnóstico de autonomía cuando el paciente tenía una incapacidad total o parcial para satisfacer sus necesidades básicas, lo que significa que el cuidador o un profesional de salud debían realizar actividades de suplencia para satisfacer estas necesidades. Los diagnósticos de autonomía más frecuentes en el grupo de intervención fueron la suplencia en actividades de alimentación, movilidad e higiene. La formulación de problemas en el grupo control fue bastante inferior a la del grupo de intervención.
Los diagnósticos de independencia se formularon en presencia de respuestas no apropiadas y adecuadas para satisfacer las necesidades personales, o sea, cuando se detectó que la persona necesitaba ayuda profesional para motivarse y adquirir habilidades para lograr su independencia funcional y autocuidado. Los cuatro diagnósticos más frecuentes fueron: deterioro de la movilidad física; riesgo de cansancio del cuidador; déficit de conocimientos y baja autoestima situacional.
El deterioro de la movilidad física se manifestó como: pérdida de fuerza y sensibilidad de las extremidades superiores y/o inferiores; dolor y/o rigidez en una extremidad o en ambas y pérdida de percepción de la extremidad afectada (anosognosia) por el accidente cerebrovascular.
El riesgo de cansancio del cuidador se diagnosticó cuando había alto nivel de dependencia del paciente, exigiendo más cuidados de suplencia por parte del cuidador, aspecto que a veces no se manifiesta, porque la cultura señala que es parte de lo cotidiano entregar estos cuidados. También se consideró en riesgo el cuidador único, sin apoyo familiar; por ejemplo, sólo la mujer, la pareja o alguna hija, cuyo estrés aumentaba cuando querían ingresar al paciente por cansancio, ya que el resto de la familia solía entrar en conflicto, asociado a los sentimientos de vergüenza y pena por la situación.
El déficit de conocimiento se observó principalmente sobre los ejercicios que podían realizar para recuperarse o para mantener la extremidad afectada, sin perder la escasa actividad funcional residual; sobre las posturas más adecuadas para evitar el dolor y las deformaciones articulares; sobre el manejo de dispositivos para deambular, como el caminador y las muletas y, en general, sobre todo el proceso de rehabilitación.
La baja autoestima en los pacientes se relacionó con sentirse como una carga más para la familia, los hijos, la pareja o el cuidador(a) y por las limitaciones e incapacidad para comunicarse. El diagnóstico deterioro de la comunicación afectó más la autoestima que la falta de conocimientos: los pacientes no querían hablar ni recibir visitas porque apenas se les entendía, lo que provocaba un estado de ánimo precario. La baja autoestima también ocurrió a causa de la pérdida del rol familiar, sobre todo en jefes de hogar, padres y personas laboralmente activas.
Al llegar al domicilio se esperaba encontrar a los pacientes con un mayor nivel de autonomía e independencia, ya que en Mallorca había comenzado a funcionar la unidad de ictus y se utilizó tratamiento trombolítico, lo que redujo las secuelas clínicas. El número de diagnósticos de enfermería fue mayor en el grupo de intervención, que había sido entrenado y formado para identificar los problemas, en comparación con el grupo control. Los diagnósticos fromulados, sobre todo los de independencia, disminuyeron en el grupo de intervención; en el grupo control casi no se registraron diagnósticos en la esfera emocional.
Encuesta de satisfacción con respecto a la atención
Al año de seguimiento tras haber sufrido un ACV, se realizó una encuesta de satisfacción sobre la atención que recibieron los pacientes o, en su defecto, los cuidadores, por parte del grupo de enfermería. Cuando el paciente no podía contestar la encuesta lo hacía el cuidador y a veces respondían ambos, paciente y cuidador. Fue un estudio descriptivo, que consistió en aplicar un cuestionario según el modelo SERVQUAL (Parasuraman), que está validado en América Latina para evaluar indicadores de varias dimensiones, agrupadas en un primer bloque que incluye seguridad/garantía, diligencia, empatía, capacidad para resolver problemas, accesibilidad, elementos tangibles y satisfacción percibida; y un segundo bloque que aborda el trato recibido y la satisfacción del usuario, entre otros aspectos.
Para aplicar el cuestionario se envió a una enfermera que no había tenido contacto previo con estos pacientes, ajena a todo el proceso de intervención, la que se dirigía al domicilio, concertaba una entrevista con el paciente y cuidador y completaba el cuestionario en esta entrevista. A continuación se muestran los resultados de 63 encuestas contestadas; 12 pacientes no se pudieron localizar, 5 rehusaron ser entrevistados y 3 pacientes habían fallecido. Se atendieron en su domicilio 6 pacientes; en la consulta, 42 pacientes y en consulta y domicilio, 15 pacientes. El cuestionario fue respondido por el cuidador o cuidadora principal en 30% de los casos; por el propio paciente, en 65% de los casos y por ambos, en 3,2%.
Seguridad y garantía: Sobre si los cuidados recomendados mejoran los síntomas, se encontró que en el grupo intervención mejoraron 69,4% y en el control, 72,2%. En cuanto a si los profesionales han resuelto la mayoría de los problemas sin derivar al hospital, 79,4% del grupo de intervención respondió afirmativamente. El grupo intervención mejoró especialmente en el tercer parámetro, si en cada visita la enfermera preguntaba sobre los problemas más importantes, resultado que fue estadísticamente significativo comparado con el grupo control (Fig. 1). En el grupo intervención, 78,9% señaló que la enfermera se preocupaba de los problemas emocionales del cuidador, mientras que sólo 50% del grupo control manifestó lo mismo (Fig. 2).
Figura 1. Percepción de la atención recibida: Seguridad y garantía
Figura 2. Percepción de la atención recibida: Seguridad y garantía (continuación)
Capacidad de respuesta de atención: Los pacientes no estuvieron de acuerdo en que la enfermera estuviera muy apurada para realizar una buena atención, consideraron que se les atendió correctamente y que se les dedicó parte importante del tiempo, en 93,9% de los casos del grupo intervención y 71,4% del grupo control. Todos los pacientes del grupo de intervención sintieron que el médico y la enfermera los tomaban en consideración en la visita domiciliaria, versus sólo 75% en el grupo control.
Figura 3. Percepción de la atención recibida: Capacidad de respuesta
Empatía: el grupo de intervención consideró en un 100% que cuando el paciente explicaba un problema se sentía escuchado por la enfermera, que la enfermera tenía tiempo para responder las preguntas de la familia y que siempre tenía tiempo para responder las preguntas del paciente y del cuidador.
Figura 4. Percepción de la atención recibida: Empatía
Cuando se les preguntó si la enfermera les había enseñado la mejor manera de cuidarse, 87,9% de los pacientes del grupo intervención respondió afirmativamente y sólo 63,2% de los del grupo control.
Figura 5. Percepción de la atención recibida: Empatía (continuación)
En cuanto a la capacidad para resolver problemas, 100% de los pacientes del grupo control y 89,7% del grupo en que se realizó intervención estuvieron en desacuerdo con la afirmación de que la enfermera no sabe resolver problemas.
Figura 6. Percepción de la atención recibida: Capacidad de resolver problemas clínicos
En cuanto a la accesibilidad al servicio, 96,7% de los integrantes del grupo intervención y 94,1% del control manifestaron que fue fácil ponerse en contacto con la enfermera y que cuando se avisaba a los profesionales éstos respondían en forma rápida y casi siempre durante el mismo día. 100% del grupo control y 91,7% del grupo de intervención señalaron que cuando se les avisaba en forma urgente el equipo respondía a la brevedad posible.
Figura 7. Percepción de la atención recibida: Accesibilidad al servicio
En cuanto al grupo de elementos tangibles, los pacientes y cuidadores agradecieron que el equipo les proporcionara las recetas médicas necesarias en caso de no poder acudir al centro asistencial, que les facilitara material clínico para curación de úlceras o aplicación de pomadas o productos para la piel y que se les facilitara la información necesaria para conseguir el material en caso de necesitar recursos que no estaban disponibles en el centro.
Figura 8. Percepción de la atención recibida: Elementos tangibles
Trato recibido y satisfacción sobre la atención
En cuanto al segundo bloque, los aspectos que se consideraron más importantes en la atención sanitaria fueron:
En cuanto a la satisfacción percibida:
La mayoría de las veces al ser dado de alta el paciente, éste y su familia se sienten desamparados y tienen mucho miedo de regresar al domicilio con limitaciones físicas y funcionales importantes; en este estudio se demuestra que la enfermera comunitaria, especialmente en el grupo intervención, atendió muy bien y aumentó la satisfacción percibida, no importando el nivel de atención.
Conclusiones
Conocer los resultados de este trabajo es fundamental, porque al objetivar y conocer la percepción de la calidad del servicio que recibe el usuario se puede utilizar esta percepción como un indicador para aumentar la competencia profesional.
Este texto completo es la transcripción editada de una conferencia dictada en el marco de la I Jornada Internacional de Enfermería Gerontológica y Geriátrica de la V región, organizada por el Colegio de Enfermeras de Chile, y realizada en Valparaíso el 3 y 4 de noviembre de 2006.
Citación: Alorda C, Adrover RM, Ripoll J. Level of satisfaction with care in people with stroke and with their caretakers. Medwave 2007 Sep;7(8):e2739 doi: 10.5867/medwave.2007.08.2739
Fecha de publicación: 1/9/2007
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