Este texto completo es la transcripción editada de una conferencia dictada en el marco de la I Jornada Internacional de Enfermería Gerontológica y Geriátrica de la V región, organizada por el Colegio de Enfermeras de Chile, y realizada en Valparaíso el 3 y 4 de noviembre de 2006
En la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, que se efectuó en Madrid en el año 2002, se planteó que hoy en día el problema de los adultos mayores no es la cifra, pues está claro que son muchos y van a seguir aumentando, sino la forma en que los profesionales de la salud y la sociedad van a responder a la profunda transformación que está sufriendo el proceso de envejecimiento. Posteriormente, en 2003, en la ciudad de Santiago, se llevó a cabo una Asamblea para analizar las estrategias para América Latina y el Caribe.
Como resultado de estas reuniones se establecieron seis ejes de trabajo:
La salud en la tercera edad es el resultado del estilo de vida que tuvo la persona en sus años previos: si nunca hizo actividad física, su nutrición fue deficiente o tuvo hábitos nocivos, tendrá problemas en su vejez; de ahí la importancia de las actividades y programas de promoción y prevención en salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) seleccionó a seis países, entre ellos Chile, para llevar a cabo el proyecto INTRA-OMS, con el objetivo de determinar el perfil del adulto mayor que se atiende en Atención Primaria y la forma en que ésta responde a sus necesidades. En Chile, el estudio se efectuó en consultorios seleccionados del Servicio de Salud Viña-Quillota; los resultados se publicaron en la Revista Médica de Chile. Se encontró una alta prevalencia de factores de riesgo y hábitos de vida poco saludables, como sedentarismo y sobrepeso y alta prevalencia de enfermedades crónicas, como hipertensión, diabetes mellitus y problemas cardiovasculares. En cuanto al objetivo del estudio de evaluar los puntos de contacto entre los adultos mayores y los centros de salud, se encontró que más de 50% de los adultos mayores acudían al menos 5 veces al año al consultorio por motivos de control y sólo 25% de ellos iban a estos centros de salud por alguna enfermedad aguda, lo que indica que existen muchos puntos de contacto entre los profesionales de la salud y los adultos mayores, dentro de la atención primaria (Marín, Villalobos, Carrasco y Kalache, Resultados generales del Proyecto INTRA-OMS en Chile. Rev Méd Chile 2005; 133: 331-7).
También se encontró que el tipo de atención que se prestaba no respondía totalmente a las necesidades de los adultos mayores, ya que la mayor parte de los profesionales y del personal que estaba en los centros de salud no tenía formación en el área de la geriatría y la gerontología. Por otra parte, la atención que se daba a los adultos mayores no era una atención integrada, como exigen los modelos actuales de atención primaria, que incorporan el concepto sistémico familiar. Finalmente, no siempre se consideraban los recursos familiares; no se trata de fomentar la dependencia de los adultos mayores, pero sí que ellos perciban el apoyo de su familia, porque está comprobado que el apoyo social ayuda a mejorar su nivel de salud, de modo que es importante considerar al cuidador. El cuidado integral no puede excluir los recursos familiares de los adultos mayores.
El envejecimiento activo es la capacidad de las personas de adaptarse a los cambios que son parte del envejecimiento. Se envejece activamente en la medida en que se tiene la fuerza, la energía y los recursos necesarios para adaptarse a los cambios que van ocurriendo (Sims, Kerse, y Long, 2000). Los pilares del envejecimiento activo son: la funcionalidad del adulto mayor y la promoción en salud.
La funcionalidad es la capacidad de cumplir las actividades de la vida diaria, que permiten a la persona subsistir en forma independiente (Sanhueza, Castro y Merino, 2005), es decir, incorpora los conceptos de independencia y autonomía, que no son lo mismo: una persona puede ser independiente, pero no autónoma y viceversa, porque la autonomía tiene que ver con la capacidad de tomar decisiones, que es muy importante para los objetivos del modelo de autocuidado, mientras que la independencia tiene que ver con la capacidad para realizar las actividades de la vida diaria o instrumentales. El principal factor de riesgo independiente de institucionalización y mortalidad de los adultos mayores es la pérdida de la funcionalidad (Sims, Kerse y Long, 2000).
Otro de los pilares importantes en el envejecimiento activo es la promoción en salud, es decir, de qué manera los profesionales de la salud entregan herramientas a los adultos mayores para que sean capaces de envejecer activamente.
La promoción en salud es la modificación de las conductas humanas y situaciones del ambiente, o sea, no se puede modificar la conducta del adulto mayor sin considerar su entorno; esta promoción se manifiesta a través de acciones que directa o indirectamente promueven la salud y previenen la enfermedad. Es poco habitual encontrar un adulto mayor sano, los estudios demuestran que tienen 2 a 3 enfermedades diagnosticadas en promedio, sin embargo en todos los programas del adulto mayor, en todas las guías clínicas e incluso en el examen de medicina preventiva del adulto no aparece la palabra “sano”, sino la palabra “funcional”. La promoción de la salud es una estrategia para mantener su funcionalidad y disminuir su dependencia y, por lo tanto disminuir la probabilidad de ingresar a una institución o aumentar las tasas de mortalidad, como lo muestran muchas investigaciones geriátricas (Elder, 1994). La promoción de salud involucra a tres actores: los usuarios, en este caso, los adultos mayores, los proveedores de salud y la comunidad.
Los adultos mayores son receptivos a las actividades de promoción de la salud, porque quieren tener buena calidad de vida y ser independientes; todas las actividades de promoción dirigidas a ellos son efectivas cuando se detectan tempranamente los problemas, pero no sirven cuando hay problemas de dependencia; en este sentido, la visita domiciliaria es una excelente estrategia. En una revisión bibliográfica efectuada por alumnas de quinto año de enfermería de nuestra escuela sobre los efectos de la visita domiciliaria en los adultos mayores, se encontró que esta herramienta era muy efectiva cuando se trataba de acciones de tipo preventivo; por lo tanto, es una buena estrategia, pero aparentemente es la más difícil de hacer.
Los programas de promoción de salud en adultos mayores tienen múltiples beneficios para ellos: incrementan la actividad física; incrementan el autocuidado y la capacidad de desarrollar sus actividades en forma independiente; aumentan los contactos sociales y previenen uno de los síndromes geriátricos más frecuentes, especialmente en mujeres, que son las caídas. Finalmente, disminuyen la institucionalización, que es un gran problema en la tercera edad.
La principales barreras para la promoción de salud son: primero, la estructura del servicio de salud a nivel de atención primaria, donde se exige cumplir coberturas y metas en la población asignada, de modo que la estructura no siempre permite disponer de los tiempos, espacios y actividades necesarias. La otra barrera es el tiempo de los profesionales.
Las actividades de prevención primaria se dirigen a fomentar la actividad física, la nutrición equilibrada, la estimulación cognitiva y el desarrollo y mantención de las redes sociales, que son fundamentales para lograr la independencia y mantener el estado de salud y la calidad de vida de los adultos mayores, entendiendo por redes sociales no sólo su familia, sino todo el entorno, su comunidad. Los clubes de ancianos y centros día que existen en España contribuyen, no sólo a mantener las redes sociales y familiares, sino que también permiten que el adulto mayor cree nuevas redes.
En la prevención secundaria, es importante efectuar un screening o tamizaje cada vez que el adulto mayor acuda al servicio de urgencia o a la atención primaria, a través del EFAM, que se ha incorporado por ley dentro de las garantías explícitas de salud y que apunta a discriminar entre aquellos adultos mayores que son independientes y aquellos que están en riesgo de perder su independencia.
La prevención terciaria se hace a través de la valoración geriátrica, un elemento muy importante que se caracteriza por ser multidisciplinario y multifactorial, y mediante la rehabilitación, en aquellos casos en que sea necesaria.
Existen muchos modelos que tratan de entregar las herramientas necesarias para transmitir conocimientos, de tal modo que se logre cambiar la conducta y mejorar la funcionalidad. En el modelo racional de comportamiento, los profesionales de salud constituyen el agente de cambio, que entrega información correcta a través de lectura de materiales educativos cuya gráfica y colorido favorezcan la comprensión; sin embargo, este modelo no es tan efectivo, porque le falta lo que tiene el modelo relacional, en el cual el proveedor de salud ya no es un agente de cambio, sino que es un agente reconocido por la comunidad, que tiene credibilidad como cuidador del estado de salud dentro de ésta, de modo que no va al consultorio para entregar un contenido educativo o dirigir un taller de memoria o de estimulación cognitiva, sino que va al club de ancianos o a los lugares que ellos frecuentan, con el objetivo de incorporar en los cuidados a las redes sociales de los adultos mayores y hacer prevención en salud y promoción de un estilo de vida saludable.
El modelo de autocuidado de Dorotea Orem, define el autocuidado como las “prácticas que los individuos, grupos o comunidades realizan para mantener su vida, salud y bienestar”, lo que implica que se reconoce la capacidad del individuo en este caso al adulto mayor para desarrollar actividades de autocuidado; sin embargo para esto es importante que conozcan el proceso normal de envejecimiento.
Se ha demostrado que el concepto de sí mismo se relaciona positivamente con las prácticas de autocuidado (Smits y Kee, 1992): si la persona tiene clara su autoeficacia será capaz de desarrollar sus capacidades de autocuidado. También se ha demostrado que una percepción positiva de salud permite un mejor manejo y control de la enfermedad (Perry y Woods, 1995) y que los programas de promoción de salud se deben basar en el concepto de salud de los adultos mayores, en sus creencias y en sus formas de vivir (Kauffman, 1996). En la Universidad Católica se han hecho algunas experiencias con la población mapuche, de modo que en algunos centros de salud se ha incorporado la atención de la machi a la de la enfermera, con un modelo combinado que respeta las creencias locales. Finalmente, se ha demostrado que las actividades de autocuidado tienen sentido en la medida en que se incorporan las redes de apoyo de los adultos mayores (Burbano, 1992).
El rol de los profesionales de la salud en el modelo de autocuidado es guiar, acompañar, reforzar las prácticas de autocuidado y promover las habilidades. Los resultados se miden en términos de bienestar y buena utilización de los recursos de los servicios de salud. La educación en salud es una herramienta para lograr el autocuidado y la promoción de un envejecimiento saludable.
Este texto completo es la transcripción editada de una conferencia dictada en el marco de la I Jornada Internacional de Enfermería Gerontológica y Geriátrica de la V región, organizada por el Colegio de Enfermeras de Chile, y realizada en Valparaíso el 3 y 4 de noviembre de 2006
Citación: Arechabala MC. Promoting health and active aging. Medwave 2007 May;7(4):e2738 doi: 10.5867/medwave.2007.04.2738
Fecha de publicación: 1/5/2007
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