La osteoartrosis, la más común de las enfermedades articulares, es un síndrome anatomoclínico caracterizado por dolor mecánico que con frecuencia se asocia a rigidez y conduce a disminución progresiva de la función articular. Puesto que esta enfermedad cursa con dolor y limitación funcional progresiva, además de ser un motivo habitual de consulta médica, con los consiguientes elevados costos para su atención y tratamiento, es una causa frecuente de deterioro de la calidad de vida del individuo. Se presenta un estudio descriptivo, retrospectivo y transversal de 235 pacientes con osteoartrosis ingresados en el Centro Nacional de Rehabilitación Hospital “Julio Díaz” en el período comprendido entre octubre de 2007 y julio de 2008, en los que se analizó las variables edad, sexo y actividad laboral. Se exponen las acciones de enfermería más utilizadas en estos pacientes. Se aplicó como instrumento de evaluación el índice de Barthel al ingreso y egreso. La mayor parte de los pacientes con osteoartrosis tenía entre 60 y 69 años de edad y era de sexo femenino. La comparación del índice de Barthel al ingreso y egreso demostró que el número de pacientes independientes aumentó y el número de pacientes con dependencia total se redujo, en ambos casos en forma significativa.
Palabras clave: Osteoartrosis, Calidad de vida, Índice de Barthel.
La artrosis, artritis degenerativa o enfermedad degenerativa articular es un trastorno crónico de las articulaciones, caracterizado por degeneración del cartílago y del hueso adyacente, que puede causar dolor articular y rigidez; también puede afectar a articulaciones con daño previo por exceso de uso prolongado, infección o enfermedad reumática previa. Los pacientes con artrosis padecen dolor y deterioro funcional (1).
La artrosis es el trastorno articular más frecuente; afecta a millones de personas en todo el mundo; ocurre con más frecuencia en individuos de edad media y ancianos y afecta a cuello, región lumbar, rodillas, caderas y articulaciones de los dedos; todas las personas de más de 75 años tienen al menos una articulación afectada; el cuadro es más frecuente en mujeres, pero la enfermedad tiende a desarrollarse a edad más temprana en varones; alrededor de 70% de las personas mayores de 60 años muestran evidencia radiológica de la enfermedad, pero sólo la mitad de ellos desarrolla síntomas (1). Se ha demostrado que la edad es el mayor factor de riesgo para el desarrollo de osteoartrosis, cuya incidencia aumenta paulatinamente después de los 30 años, pudiendo llegar a 80% a los 65 años y hasta 95% en edades superiores (2). Hasta la quinta década muestra un comportamiento similar en ambos sexos, pero después de los 60 años predomina marcadamente en el sexo femenino, probablemente asociado a influencias hormonales (3).
Múltiples factores de riesgo se asocian al progreso de esta enfermedad, entre los que destacan, además de la edad y el sexo femenino, la obesidad, los microtraumas repetitivos en la práctica de determinados deportes y el desarrollo de actividades profesionales específicas (2, 3). Esta entidad se produce primariamente en articulaciones que soportan peso, como cadera y rodilla, pero puede afectar también la columna vertebral y pequeñas articulaciones de los miembros (4). La artrosis también puede aparecer en casi todos los vertebrados, incluyendo peces, anfibios y aves. Los animales acuáticos, como los delfines y las ballenas pueden padecer artrosis, sin embargo ésta no afecta a los animales que permanecen colgados con la cabeza hacia abajo: los murciélagos y los perezosos. La enfermedad está tan ampliamente difundida en el reino animal que algunos médicos piensan que puede haber evolucionado a partir de un antiguo método de reparación del cartílago.
La artrosis acontece cuando se degenera el cartílago articular; es probable que el proceso se inicie con una anormalidad de las células que sintetizan los componentes del cartílago, como colágeno y proteoglicanos; el cartílago puede crecer demasiado, pero finalmente se vuelve más delgado, se producen grietas en la superficie y se forman cavidades diminutas que debilitan la médula del hueso bajo el cartílago. Puede haber crecimiento excesivo del hueso en los bordes de la articulación, produciendo tumefacciones (osteofitos) que se pueden ver y sentir al tacto, interfieren el funcionamiento normal de la articulación y causan dolor. La superficie lisa y regular del cartílago se vuelve áspera y agujereada, impidiendo que la articulación pueda moverse con facilidad. Se produce una alteración de la articulación por el deterioro de todos sus componentes, es decir, el hueso, la cápsula articular (tejidos que envuelven algunas articulaciones), la membrana sinovial (tejido que reviste la articulación), los tendones y el cartílago. Se sabe que algunos tipos de artrosis son hereditarios, incluida la forma más común que ocasiona deformidad de los nudillos y en la que se ha encontrado una anomalía genética específica que origina un cambio en un aminoácido, lo que origina deterioro prematuro del cartílago. Múltiples trabajos de investigación se ocupan de esta anomalía genética y también de nuevos métodos para estudiar las células, la química y la función del cartílago. Es posible que la obesidad sea un factor importante en el desarrollo de la artrosis (1, 2).
Persisten todavía muchos mitos sobre la artrosis, por ejemplo, que es un rasgo inevitable de la vejez, como los cabellos grises y los cambios en la piel; que conduce a discapacidades mínimas y que no tiene tratamiento eficaz. Aunque la artrosis es más frecuente en personas de edad, su causa no es el simple deterioro que conlleva el envejecimiento. La mayoría de los afectados por esta enfermedad, especialmente los más jóvenes, presentan pocos síntomas o ninguno; sin embargo, algunas personas mayores desarrollan discapacidades significativas. La artrosis no es una enfermedad grave, no mata ni acorta la esperanza de vida de los enfermos y en la actualidad se ha conseguido reducir en forma significativa la invalidez que llevaba implícita en épocas pasadas; los pacientes logran un importante alivio de los síntomas con los tratamientos y pueden llevar una vida prácticamente normal. Para ello, como en otras enfermedades, es muy importante el diagnóstico precoz (1).
Karnofsky, uno de los primeros autores que investigó sobre el tema de la calidad de vida, creó en 1948 la medición de status de desempeño, con el cual revolucionó los métodos convencionales para valorar el pronóstico de enfermos terminales. Posteriormente Katz creó, en 1963, el índice de independencia para evaluar las actividades de la vida diaria (AVD), pero recién en 1964 se utilizó por primera vez el término calidad de vida en forma pública, cuando el presidente norteamericano Lyndon B. Jonson lo mencionó, con un enfoque básicamente económico (5). Actualmente es un concepto valorativo en el que convergen puntos de vista teóricos, filosóficos y políticos que se orientan a proteger al hombre de cuanto pueda dañarlo para establecer mejores condiciones de vida. En Medicina se define como “el equilibrio entre los estados de bienestar y malestar”. Es la percepción del individuo respecto a su posición en la vida, en el contexto en que vive y en relación con sus objetivos, expectativas y preocupaciones (6). La calidad de vida en la Salud puede adquirir una connotación particular, ya que puede ser dañada por todas las enfermedades y manifestaciones que afecten la salud, constriñan la libertad y dañen la felicidad de las personas. No se debe medir, sino valorar, pero sólo a partir de la propia actividad humana, su contexto, sus resultados y su percepción individual previamente educada (7, 8). El concepto de calidad de vida va más allá del impacto de la enfermedad, pues la persona debe enfrentar problemas que no constituyen enfermedades, como la vejez, la niñez, las actividades preventivas y de promoción de salud. La evaluación de la calidad de vida constituye un reto contemporáneo para cualquier profesional.
Se realizó un estudio descriptivo, retrospectivo y transversal con base en una revisión detallada de las historias clínicas de 235 pacientes que ingresaron por osteoartrosis al Centro Nacional de Rehabilitación Hospital “Julio Díaz”, en el período comprendido entre octubre de 2007 y julio de 2008. Se analizó las acciones de enfermería más utilizadas en estos pacientes. Se aplicó como instrumento de evaluación del grado de dependencia el índice de Barthel al ingreso y egreso.
En la actualidad no existe ningún tratamiento capaz de curar la artrosis, pero se dispone de un importante arsenal de medidas terapéuticas para combatirla: fármacos, tratamientos fisioterapéuticos y de rehabilitación y, en última instancia, intervenciones quirúrgicas. Estos tratamientos permiten evitar o disminuir los síntomas de la artrosis, retrasar su evolución y mejorar la calidad de vida del paciente con artrosis (1,2).
Los fármacos son el aspecto menos importante del programa global de tratamiento: un analgésico como el paracetamol puede ser suficiente y un antiinflamatorio no esteroidal, como Aspirina o ibuprofeno, puede bastar para disminuir el dolor y la inflamación. Si una articulación se inflama y provoca dolor en forma repentina se puede recurrir a la inyección con corticosteroides, pero esto suele proporcionar alivio sólo a corto plazo (1-4).
La fisioterapia y el tratamiento con calor local resultan útiles para aliviar el dolor de los dedos. Por ejemplo, se recomienda calentar cera de parafina mezclada con aceite mineral a una temperatura de 48 a 51º C para mojar los dedos, o tomar baños tibios o calientes. Las tablillas o soportes pueden proteger articulaciones específicas durante actividades que generen dolor. Cuando la artrosis afecta al cuello pueden ser útiles los masajes realizados por terapeutas profesionales, así como la tracción y la aplicación de calor intenso con diatermia o ultrasonido (5, 6).
Los ejercicios de estiramiento, fortalecimiento y postura permiten mantener a los cartílagos en buen estado, aumentar la movilidad de la articulación y reforzar los músculos circundantes de manera que puedan amortiguar mejor los impactos. El ejercicio se debe compensar con el reposo de las articulaciones que duelen, sin olvidar que la inmovilización de una articulación tiende a agravar la artrosis más que a mejorarla. Los síntomas empeoran con el uso de sillas, reclinadores, colchones y asientos de automóvil demasiado blandos; se recomienda usar sillas con respaldo recto, colchones duros o tableros de madera bajo el colchón. Los ejercicios específicos para la artrosis de la columna vertebral pueden resultar útiles; sin embargo, se necesita un soporte ortopédico para la espalda en casos graves. Es importante mantener las actividades diarias habituales, desempeñar un papel activo e independiente dentro de la familia y seguir trabajando (4-6).
La cirugía puede ser útil cuando el dolor persiste a pesar de los demás tratamientos. Algunas articulaciones, sobre todo cadera y rodilla, se pueden sustituir por una prótesis, que por lo general da muy buenos resultados: mejora la movilidad y el funcionamiento en la mayoría de los casos y disminuye el dolor en forma notable. Por tanto, cuando el movimiento está muy limitado se puede considerar la posibilidad de una prótesis de la articulación (1).
El índice de Barthel es una medida ampliamente utilizada en una variedad de trastornos neurológicos para medir el resultado funcional de la terapia en función del grado de independencia del paciente, con alto grado de validez y confiabilidad. Abarca diez acápites que miden el desempeño al comer, bañarse, vestirse y alimentarse; la micción, el control del intestino y de la vejiga; las transferencias de la silla, la deambulación y subir escaleras. Lo normal es obtener la puntuación máxima, 100. Esta escala puede ser aplicada por cualquier profesional de la salud y su puntaje se puede obtener discutiendo el cuestionario con el paciente, la familia o las enfermeras (9, 10).
En la Tabla I se resume la distribución por edad y sexo de los 325 pacientes estudiados.
En la Tabla II se muestra la actividad laboral de este grupo de pacientes.
El índice de Barthel al ingreso demostró que 89 pacientes eran independientes, 102 tenían incapacidad moderada y 44 eran totalmente dependientes, es decir, con poco autovalidismo o ninguno. Al egreso se volvió a aplicar el índice de Barthel y entonces, 120 pacientes fueron evaluados como independientes, 105 pacientes mantuvieron una discapacidad moderada y sólo 10 pacientes fueron evaluados como dependientes, lo que implica un aumento significativo del número de pacientes independientes y una reducción significativa del número de pacientes con grado de dependencia total (Fig. 1).
La terapia de neurorrehabilitación que se ofrece en este centro es intensiva y multidisciplinaria. Los pacientes con osteoartrosis se someten a esta terapia durante 28 a 30 días y obtienen gran mejoría, pero en ocasiones se necesita varios ciclos de tratamiento. La labor de enfermería se orienta a apoyar al paciente en los aspectos emocional y psicológico, hábitos dietéticos y medidas de prevención de lesiones, además de apoyar el tratamiento de neurorrehabilitación con el objetivo de conseguir lo antes posible que el paciente sea autovalente y se reincorpore a la vida familiar y social.
La osteoartrosis, la más común de las enfermedades articulares, es un síndrome anatomoclínico caracterizado por dolor mecánico que con frecuencia se asocia a rigidez y conduce a disminución progresiva de la función articular. Puesto que esta enfermedad cursa con dolor y limitación funcional progresiva, además de ser un motivo habitual de consulta médica, con los consiguientes elevados costos para su atención y tratamiento, es una causa frecuente de deterioro de la calidad de vida del individuo. Se presenta un estudio descriptivo, retrospectivo y transversal de 235 pacientes con osteoartrosis ingresados en el Centro Nacional de Rehabilitación Hospital “Julio Díaz” en el período comprendido entre octubre de 2007 y julio de 2008, en los que se analizó las variables edad, sexo y actividad laboral. Se exponen las acciones de enfermería más utilizadas en estos pacientes. Se aplicó como instrumento de evaluación el índice de Barthel al ingreso y egreso. La mayor parte de los pacientes con osteoartrosis tenía entre 60 y 69 años de edad y era de sexo femenino. La comparación del índice de Barthel al ingreso y egreso demostró que el número de pacientes independientes aumentó y el número de pacientes con dependencia total se redujo, en ambos casos en forma significativa.
Palabras clave: Osteoartrosis, Calidad de vida, Índice de Barthel.
Citación: Miyares L. Nursing actions in patients with osteoarthritis: using the Index of Barthel . Medwave 2009 Ene;09(1):e3696 doi: 10.5867/medwave.2009.01.3696
Fecha de publicación: 1/1/2009
Origen: no solicitado
Tipo de revisión: sin revisión por pares
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Nombre/name: Clinica ortopedia
Fecha/date: 2011-09-04 13:44:09
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