Este texto completo es la transcripción editada y revisada de la conferencia dictada en el marco del XVII Congreso Chileno de Nutrición, realizado en Iquique entre los días 29 de noviembre al 2 de diciembre de 2006. El evento fue organizado por la Sociedad Chilena de Nutrición, Bromatología y Toxicología.
Presidente: Dr. Francisco Mardones Santander.
Figura 1. Prevalencia de obesidad en escolares de primer año básico (1987-2005). Fuente: Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB)
En los niños de 6 a 12 años también ha habido un importante aumento de la prevalencia, como lo demuestra un estudio realizado en escolares de cuatro regiones de Chile entre 1986 y 1998, en que la cifra casi se quintuplicó, con tendencia a disminuir en los niños mayores. Una situación muy parecida se ve en los púberes (Fig. 2).
Figura 2. Tendencia secular de la obesidad (IMC mayor de p95) en varones y mujeres prepúberes chilenos (1)
Figura 3. Calidad de hábitos de ingesta (A) y actividad física (B) en escolares de primero básico, según estado nutricional
Lo mismo ocurre con los niños de primero medio, en quienes los hábitos de actividad física son bastante más malos que los de ingesta. En relación con el estado nutricional se observa exactamente lo mismo que en alumnos de primero básico: en el gráfico A no hay diferencia significativa cuando se compara a los niños eutróficos con los que están en riesgo de obesidad y obesos; en cambio, sí hay diferencias significativas en los malos hábitos de actividad física, que están presentes en casi 45% de los obesos y sólo en 25% de los eutróficos (Fig. 4).
Figura 4. Calidad de hábitos de ingesta (A) y de actividad física (B) en escolares de primero medio, según estado nutricional
Lo anterior es el resultado de políticas públicas de promoción de buenos hábitos de ingesta alimentaria y de programas dirigidos a distintos grupos etarios, que se han aplicado no sólo en el sistema de salud, sino también en el sistema educacional.
En un estudio sobre las características de la ingesta y el gasto calórico en niños que consultaron por sobrepeso, se evaluaron los hábitos mediante escalas de 0 a 10, en que 10 es el hábito de calidad óptima y 0, el peor y se fijó en 3 el punto de corte para hablar de malos hábitos. Se encontró que los hábitos de ingesta estaban en 4,8 y 4,7 en púberes y prepúberes, respectivamente, lo que se considera regular, ya que un puntaje sobre 7 se considera un hábito bueno. En cambio, los hábitos de actividad física tuvieron un puntaje promedio de 2,7 en los prepúberes y 2,5 en los púberes. La medición de la ingesta calórica total en 24 horas, mediante tres encuestas, demostró que los promedios están muy lejos de las recomendaciones en los púberes. El índice de actividad física, evaluado también por tres encuestas de recordatorio de 24 horas de todas las actividades del día, fue de 1,2 en prepúberes y púberes, lo que corresponde a un grado de actividad mínima, según los estándares de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Si bien estos niños ingieren 2.179 calorías, cantidad que no parece tan elevada, su gasto calórico total, es decir, el gasto basal en reposo multiplicado por el índice de actividad física, es de apenas 1.956 calorías; lo mismo ocurre en los púberes, cuya ingesta es de 2.243 calorías, pero la pérdida es de sólo 2.150, de modo que hay una retención de 200 y 100 calorías, respectivamente. Cabe señalar que si se retienen 100 calorías diarias los 365 días del año, se almacenarán en forma de 5 kilos de grasa, lo que explica el desarrollo de obesidad.
Tabla I: Características de la ingesta y del gasto calórico diario de niños que consultan por sobrepeso (2)
Figura 5. Diagnóstico de síndrome metabólico en adolescentes, basado en criterio ATP III (1) Cook (2) Ferranti (3-4)
Se analizó la prevalencia de síndrome metabólico en los niños que consultaron por sobrepeso y se encontró que con la propuesta de Cook, 26,8% de los niños tenían el síndrome y con la de Ferranti, 45,6%; la diferencia se debe a los puntos de corte que se utilizaron. Por lo tanto, se deberá la norma chilena para el diagnóstico del síndorme metabólico se deberá elaborar con mucha cautela, ya que si se utiliza el criterio de Cook, 1 de cada 4 niños que consultan por obesidad requerirá un tratamiento integral y si se elige la normativa de Ferranti, 1 de cada 2 niños. El Ministerio de Salud y los grupos que lo asesoran en este tema deberán tomar pronto esta decisión.
Figura 6. Prevalencia de SM en niños y adolescentes que consultan por sobrepeso, según criterio utilizado para su diagnóstico (5)
Por otro lado, el síndrome metabólico se asocia estrechamente con la sensibilidad a la insulina. En los niños del tercil más deteriorado de sensibilidad insulínica, la prevalencia de síndrome metabólico llega casi a 30%, en comparación con los niños del tercil más insulinosensible, en que la prevalencia es casi 3 veces menor; los niños que pertenecen a ese tercil más alto tienen 3,28 veces mayor riesgo de sufrir este síndrome (Fig. 7).
Figura 7. Asociación entre la prevalencia del síndrome metabólico y la sensibilidad insulínica basal (QUICKI) en 496 niños y adolescentes con sobrepeso (Rev Med Chile, en prensa)
La normativa que el Ministerio de Salud ha escogido para diagnosticar obesidad es el punto de corte del percentil 95 del referente americano: los niños que están sobre ese valor son obesos. En estos niños, la prevalencia de síndrome metabólico es casi 30%; en cambio, la prevalencia no alcanza a 5% en los niños que están catalogados sólo con riesgo de obesidad. Por lo tanto, este punto de corte permite seleccionar mayor número de niños que portan el síndrome. No hay diferencias en cuanto a sexo ni grado de pubertad, lo que permite dirigir intervenciones sin necesidad de discriminar.
Entre los factores de riesgo de síndrome metabólico, el más importante es la obesidad abdominal, seguida por la hipertrigliceridemia y la hipertensión arterial. Este hecho es muy importante, ya que resulta relativamente fácil medir el perímetro de cintura y tomar la presión arterial, aunque se debe contar con un aparato adecuado y que tenga un manguito adecuado, ya que es el tercer componente más prevalente del síndrome metabólico en estos niños. La intolerancia a la glucosa, es decir, glicemia sobre 100 mg/dl, es relativamente poco prevalente y es dudoso que este parámetro sea sensible para medir el riesgo; es más, un valor de glicemia sobre 100 mg/dl indica que existe compromiso definitivo de un porcentaje importante de las células beta del páncreas, por lo que, más que un elemento de riesgo, es un elemento de daño.
El síndrome metabólico también está presente en los preescolares. En 60 preescolares de 2 a 6 años de edad que consultaron por sobrepeso, la prevalencia, utilizando los mismos puntos de corte que en el adolescente, fue de 21,7% según los criterios de Cook y de 35%, según los criterios de Ferranti. La presencia del síndrome metabólico a tan temprana edad será un elemento importante a considerar por el Ministerio de Salud, en el momento de elaborar las normas de prevención y manejo.
Este texto completo es la transcripción editada y revisada de la conferencia dictada en el marco del XVII Congreso Chileno de Nutrición, realizado en Iquique entre los días 29 de noviembre al 2 de diciembre de 2006. El evento fue organizado por la Sociedad Chilena de Nutrición, Bromatología y Toxicología.
Presidente: Dr. Francisco Mardones Santander.
Citación: Burrows R. Childhood obesity in Chile: epidemiology, environmental factors and consequences. Medwave 2007 Sep;7(8):e1086 doi: 10.5867/medwave.2007.08.1086
Fecha de publicación: 1/9/2007
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